02

331 48 2
                                    

Sus ojos se encontraban más oscuros y penetrantes, sentía que me estaba quitando el alma solo con mirarme, sin dejar de aplicar presión en mi cuello

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sus ojos se encontraban más oscuros y penetrantes, sentía que me estaba quitando el alma solo con mirarme, sin dejar de aplicar presión en mi cuello. Sus largos dedos pálidos se ajustaban contra mi piel con facilidad.

Ahogué un grito de dolor y rasqué sus manos, encajando mis uñas en su piel, tratando de hacerle daño.

—Eres tan pequeña— se burló, empezando a caminar sin dejar de ahorcarme.

Pataleé con desesperación, tratando de soltarme de su agarre o poder encontrar el piso.

“Padre nuestro que estás en los cielos…”

—Rezar no te servirá de nada— dijo sin dejar de caminar, sorprendiéndome. —Es muy tarde para que pidas ayuda a Dios.

Cerré mis ojos con fuerza y traté de tragar saliva, pero era imposible.

Sentía mi cara arder y estaba segura que se encontraba roja por la privación de oxígeno.

—A-ayuda— traté de articular, pero no pude conseguirlo en su totalidad.

No sabía a dónde me llevaba, pero estaba tan asustada que pataleaba sin parar, sintiéndome como un pequeño animal que había sido capturado. Y de verdad me sentía muy pequeña al lado de este chico que parecía hacerse más grande con el pasar de los segundos.

“Padre nuestro que estás en los cielos” volví a pensar, cerrando mis ojos con fuerza.

—Bueno, adelante, trata de pedir ayuda— volvió a burlarse.

“Santificado sea tu nombre”

Escuché un fuerte estruendo y abrí los ojos un segundo para ver que pasábamos a través de unas puertas gigantes al interior de algo, pero mi vista borrosa apenas pudo enfocar para darme cuenta de lo que era.

“Venga a nosotros…”

—Tu reino— continuó él, con diversión —Hágase tu voluntad…

“Hágase tu voluntad en la tierra como en-…”

—Como en el infierno.

Empecé a llorar con fuerza, preguntándome por qué no me había desmayado todavía cuando debería estar rendida hace mucho, porque sabía muy bien que no era posible seguir aguantando tanto tiempo.

“Danos hoy nuestro pan de cada día”

A pesar de todo, traté de seguir rezando, sintiendo que era lo único que me iba a poder salvar en este momento.

—Y perdona nuestras ofensas, ¡oh señor! — abrí mis ojos, encontrando su cara cerca de mí, mientras todavía me sujetaba del cuello y me mantenía a centímetros de él —Perdona a esta niña que cayó en mis manos— dijo con tanta burla y sarcasmo que me revolvió el estómago.

WRATH | Lee JenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora