"No tienes idea de lo mucho que me enfureces, DaIn"
Así como existía un demonio sucesor de un pecado capital que resultó ser bueno, estaba Jeno, quien era todo lo contrario.
-lee jeno fanfic-
||Heterosexual||
||Contenido original||
||Menciones de gr...
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Sus ojos volvían a ser negros, sin ninguna línea que lo distinga, y las venas del mismo color se marcaban debajo de sus pestañas y subían por su cuello, como las ramas de un árbol en plena oscuridad.
No me di cuenta en qué momento se puso encima de mí, agarrando mis hombros con fuerza y encajando sus uñas en mi ropa, traspasando la piel.
—Estoy borracha.
Dije, como si eso fuera una excusa para lo que había hecho, pero verlo venir tan rápido a mí y lastimarme, hizo que todo el alcohol empiece a descender y se esfume como vapor.
—Podría romper tu cuello y jugar con tus vértebras, ¿Quién mierda te crees para lanzarme algo?— su voz era baja y siseante, como una serpiente que me rodeaba y quería morderme.
—Yo sólo-…
—Soy el maldito príncipe del infierno y el dueño de tu vida, no se te ocurra volver a hacer algo así, ¿entendiste?— sus uñas se enterraron más y sentí cómo rompía la piel de mis hombros, ahogué un grito —¿Entendiste, DaIn?
Asentí, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos.
—Entendido. — pronuncié apenas.
Sacó sus dedos de mi cuerpo y vi en lo que debería estar sus uñas, unas garras negras, grandes y puntiagudas, con rastros de sangre.
Se levantó, acomodando el cuello de su camisa y respirando profundo, mientras las venas en su cuello volvían a desaparecer lentamente.
—Deberías limpiarte, cuidado se infecten tus heridas— señaló despreocupadamente. Me quedé en silencio, tratando de aguantar las lágrimas que querían salir y sintiendo un dolor agudo en mi piel. Jeno se giró a verme —Límpiate las heridas, DaIn.
Ordenó con un rostro serio. Me levanté tambaleante y fui al baño, agarrándome de las paredes y muebles por los que pasaba para no caerme.
Llegué al baño y cerré la puerta apenas, me tuve que apoyar en el lavamanos y miré mi reflejo en el espejo.
Las lágrimas empezaron a bajar por mis mejillas y mis sollozos no pudieron ser detenidos, mi cuerpo temblaba y lo único que pude hacer fue bajar la cabeza y tratar de no caerme.
Tenía tanto miedo e impotencia de no poder hacer nada, quería gritar pero temía que eso enojara aún más a Jeno.
Me quité mi camisa del trabajo y quedé con una básica de tiras, que dejaba mis hombros al descubierto, y también las heridas.
Eran 4 huecos a cada lado, de donde salía la sangre y se notaba la carne expuesta. Me ardía muchísimo y no tenía idea de cómo curarme eso. No eran simples raspones, el demonio me había abierto la piel y perforado la carne.
Saqué el botiquín de una gaveta y apenas pude abrirlo, miré las vendas, cremas y un par de medicinas que no sabía si me servirían.