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Luna

Estaba en la sala de espera, me lavaron la cara por lo que la sangre no era evidente en esa zona sin embargo si al rededor de todo mi cuerpo únicamente tapado por el suéter que tenía puesto, mis piernas tenían heridas y moretones prominentes. Al llegar Kobi tenía un notable sentimiento de angustia y preocupación, llegó lo más rápido hacia mí y me abrazó logrando percatarse de que no tenía ropa interior, de inmediato entendió lo sucedido y me miró fijamente a los ojos.

-Puta madre, te dejo sola un puto segundo y pasa esto- Su voz estaba entrecortada, no sonaba como un regaño, más bien que se culpaba a sí mismo por dejarme sola -No puedo creer que te haya pasado esto...- Se notaba con un peso en sus hombros.

-No es tu culpa- Dije mirando sus ojos, no podía verlo de esa manera y más si era injustificado.

-¿Cómo te sientes? Ven, vamos a casa- Me ayudó a caminar hasta el vehículo, una camioneta costosa.

Me sentó en el asiento trasero a su lado y el conductor comenzó a conducir hasta el apartamento donde me senté rápidamente en el sillón, se notaba que estaba estresado sin saber que hacer, algo le molestaba sin embargo no había dicho ni una sola palabra, estaba apunto de pararme hasta que sentí su mano fría tomarme por el brazo evitando que continuara.

-Tengo que preguntarte algo- Lo miré y presté atención a lo que me iba a decir -¿Quién te ayudó?- Era lógico que yo no tendría valor suficiente para librarme por mi cuenta y él lo notó.

Me encontraba dudosa en decir la verdad, quizá él sería capaz de hacer algo al saber quien fue mi defensor, sin embargo el mentirle no era buena opción conociendolo. Era experta en engañar a otros sin embargo cuando se trata de él reconoce una mentira con tan solo una pequeña pista imposible de percibir para alguien corriente, incluso a mi visión.

-No lo conocía- Mi tono parecía uno de sinceridad -Suerte que me haya visto ahí, si no todo hubiera cambiado- En mi mente se repetían recuerdos de Rito pero lo callaba.

-No estoy para tus jueguitos pendejos, ¿Quién fue?- Me estaba mirando fijamente provocando de manera indirecta un temblor bien disimulado por mí -No pasará nada, irá peor si me mientes- Pensé en decirle.

-¿Prometes no intervenir?- Él asintió -Rito me ayudó- No tenía una expresión facial sin embargo en su mente planeaba mil cosas.

-Gracias por decirme- Se dió una media vuelta -No te muevas, iré por vendas- Fue a buscar entre cajones de la cocina.

-Creo que Rito tiene- Dije en un tono bajo sin embargo el me escuchó.

-¿Puedes pedirles unas? ¿O voy rápido a la farmacia?- Tenía miedo de causarle molestia a Rito ya que no llegaba a casa. -Iré a la farmacia, quedate aquí no tardaré mucho- Y sin más hablar salió del apartamento cerrando la puerta con llave, no confiaba en dejarme sola.

Kobi (Unas horas antes)

Mi día comenzó debido a un mensaje en mi celular proveniente de mi hermana, avisando que estaría estudiando en el plantel de su Universidad. Ella creció a mi lado, nunca estaban nuestros padres y al llegar lo único que hacían esos buenos para nada era lastimarla tanto física como emocionalmente mientras yo miraba a escondidas, a mi me trataban como un rey pero a ella un simple objeto.

Mi padre era un hombre de mente cerrada lo que provocó una relación tóxica con mi madre, todos los días era lo mismo y no necesariamente golpes, eran constantes gritos por ambas partes. Él era un relevante distribuidor en esos oscuros temas. Siempre que iba a una junta debía llevar a mi madre, una mujer hermosa y para los ojos ajenos una muestra de la riqueza que poseía su esposo, él es un hombre con una gran fama en ese peligroso mundo que le da habilidades inhumanas de manipulación, sabe como jugar contigo a la perfección. Yo era el hombre sustituto y heredero de la fortuna del negocio por lo que tuve privilegios como tener una muestra de cariño por su parte.

Compañeros... (Ritorukai) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora