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Un pequeño jugaba alegremente con un amigo suyo, quien también tenía un cabello de color similar solo que de ojos heterocromaticos y un poco más mayor que él.

Ambos niños estaban metidos en su mundo mientras sus madres se ponían al día, algo normal que sucedía cada no mucho tiempo.

——¡Ahora sí te ganaré! — exclamó el pequeño de ojos miel.

——¡Inténtalo, Dieguito!

Sin esperar mucho se le abalanzó casi provocando la caída de ambos, menos mal que tenía algo de fuerza para evitarlo.

——¡Aguas! — pronunció el apodado Soarinng entre ligeras risas ante ello.

Su contrario solo rió para seguir con su "pelea", estaba harto de no poder ganarle en eso.

Segundos bastaron para que Soarinng hubiera "caído" ante Diego, quien celebraba inocentemente su victoria.

Se sentó para poder dedicarle unas palabras. ——Felicidades, por fin me ganas — aunque eso no era del todo cierto, simplemente se dejó ganar.

Así siguieron la mayor parte de la tarde, iban cambiando constantemente de juego porque podían, se le estaban pasando de maravilla de eso no hay duda. Eso hasta que el más pequeño fue llamado por su madre por lo que ambos fueron.

Una vez que llegaron la madre del ojos miel le avisó que era hora de marcharse, Diego, como era de esperarse no quería hacerlo, quería estar más rato con su amigo comenzando a protestar, su madre empezó a reír de lo tierno que se veía.

——Lo siento pero ya es tarde, mañana tienes escuela además — trató de convencerlo.

——¡Pero yo no quiero ir!

——Ve Dieguito, ya mañana nos vemos allá — Soarinng intentó ayudar, algo que al parecer resultó, pues se resignó comenzando a despedirse.

Eso se hacía con más frecuencia y los niños más felices no podían estar, convivir durante horas con su mejor amigo era algo magnífico. Claro, hasta antes que todo terminara.

El castaño mayor llegaba desanimado de su escuela, su madre le preguntó preocupada sobre el motivo, él le respondió que Diego; su gran y único amigo, se mudaría por el empleo de su padre.

Esa noticia le conmocionó, tanto así que se aguantaba las ganas de llorar, quería hacerse el "fuerte". Esa fachada fue deshecha al sentirse rodeado por los brazos de su progenitora, quien trataba de tranquilizarlo por ello.

Esos intentos no habían sido en vano, su llanto había cesado lentamente, eso la alegro un poco.

——¿Ya mejor? — el pequeño asintió aún con lágrimas en su rostro. ——Esto es algo que sucederá en muchas ocasiones... — vaya que oír eso no le era reconfortante. ——Te prometo que iremos a visitarlos cada que sea posible.

——¡¿De verdad!? — esas palabras lograron emocionarlo, cosa que podía reflejarse en sus ojos aunque estos estuvieran rojizos por haber llorado con anterioridad.

——Sí — le respondió suavemente a su hijo.

Ahora el de heterocromia estaba abrazándola fuertemente, realmente agradecía que su madre fuera comprensiva.

——Recuerda, Dani, no todo lo bueno es para siempre, habrá momentos donde tendrás que "pasar de página" y seguir adelante, al igual que aprender a vivir con eso.

En ese momento el pequeño no entendía mucho y se limitaba a observarla expectante. Quien diría que de una u otra forma esas palabras tendrían cierto peso a futuro.

Una casualidad -DuxarinngDonde viven las historias. Descúbrelo ahora