— ¡Que comience el duelo! —exclama el moderador con efusividad.
El eco de su voz resuena en la arena, pero ni Newen ni Tupac hacen el menor movimiento al inicio. El ambiente está tenso; el público espera, reteniendo el aliento. Un reloj marca el inicio de los tres minutos que durará el combate, pero para Newen, cada tic-tac parece prolongarse eternamente. Se debate internamente, ¿debería ser él quien dé el primer paso?
Antes de que pueda decidir, Tupac, como un rayo, corre hacia él e intenta conectar un puñetazo.
— ¡Qué rapidez! —piensa Newen, saltando hacia atrás en el último instante, esquivando por poco el golpe.
Tupac se detiene, sonríe y asiente en aprobación, como si hubiera anticipado esa reacción.
— Veo que tienes reflejos, Newen —comenta, su tono es burlón.
Sin darle tiempo a reaccionar, Newen carga contra Tupac, saltando con la intención de sorprenderlo. Pero Tupac, con una calma sorprendente, bloquea el ataque con su mano izquierda. Con la derecha, y la palma abierta, empuja a Newen con una fuerza sobrenatural. Newen se ve proyectado hacia atrás, pero en medio del vuelo, logra girar y aterrizar de pie, como un felino.
— Maldición —murmura Newen, recuperando el aliento—. Este tipo es una bestia.
A pesar de la distancia, Newen siente la mirada penetrante de Tupac, como si estuviera evaluándolo. No estaba seguro de lo que Tupac esperaba de él, pero sabía que debía estar alerta.
— Ahora comenzaremos de verdad —anuncia Tupac con seriedad.
Y sin previo aviso, se inclina y golpea el suelo con tanta fuerza que perfora el piso y hace retumbar toda la arena. Newen, en shock, entiende que ese no fue un golpe normal. Los espectadores, que hasta ese momento habían estado en silencio, irrumpen en gritos y exclamaciones.
— Aquí voy —advierte Tupac.
Newen se prepara, esquivando algunos golpes y bloqueando otros. Sin embargo, al hacerlo, siente un ardor en sus manos. Los puños de Tupac están ardiendo. Newen retrocede nuevamente.
— ¡Inti Waqtana! —pronuncia Tupac con orgullo.
— ¿Qué? —pregunta Newen, confundido y alarmado.
— La técnica que acabas de presenciar, Inti Waqtana —explica Tupac con una sonrisa burlona—. Vamos, sé que tienes algo mejor.
La luz dorada del sol teñía la piel de Tupac, emperador que dominaba las artes antiguas, y Newen lo sabía. Es natural que el sol sea el arte de su dominio, reflexionaba mientras observaba al emperador acercarse con una confianza que rozaba lo sobrenatural.En las gradas que rodeaban la arena, la multitud observaba con una mezcla de asombro y desconcierto. La era de paz que habían disfrutado había adormecido sus recuerdos de las artes ancestrales; los combates eran para muchos un eco lejano de leyendas y viejas historias. Sin embargo, la excitación del momento les embargaba, y sus voces se elevaban en un crescendo de ánimos y vítores.
A pesar de su ignorancia sobre las técnicas y los rituales que se desplegaban ante ellos, reconocían la importancia del combate. Era su líder quien luchaba en la arena, representando más que su propia gloria: era el honor y la tradición de su gente lo que se defendía en cada movimiento, en cada golpe esquivado y en cada ataque lanzado.
Los gritos de aliento no cesaban, creando una marea sonora que llenaba el aire de una energía primitiva. Era como si, instintivamente, supieran que lo que acontecía en la arena era un fragmento vivo de su herencia cultural, un pedazo de historia forjándose en tiempo real. Y así, entre la confusión y el entusiasmo, animaban a su líder, cada grito un hilo más en la trama de su identidad colectiva.
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Tierra de Sangre y Fuego: Sol y Luna
FantasyEn un mundo donde la magia y la realidad se entrelazan, un grupo de valientes guerreros se embarca en una misión peligrosa para rescatar a Víctor, un joven de misteriosa importancia. "Tierra de sangre y fuego" te sumerge en un viaje épico a través d...