El fantasma eres tú

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— ¿Lena?

Sintió la voz susurrante de Kara sobre su nuca. Y completamente asustada, perdió el control y comenzó a gritar, dando saltos para alejarse de ella

— ¿Lena, qué es lo que…?

— ¡No te acerques!

— ¿Qué?

— ¡¿Cómo entraste?!

— Tengo mis llav… — Kara trató de nuevo de acercarse a ella, pero Lena se alejó lo más rapido que pudo al otro extremo de la sala. 

— ¡No! No te acerques, tú… tú… ¡Eres un fantasma!

Lena estaba temblando, y en su desesperación, recordó la cruz que llevaba colgada en el cuello. Era un dije de plata con forma de cruz que su madre le había regalado cuando cumplió diez años y que desde entonces jamás se había quitado.

Se llevó la mano al cuello. Apretando el dije y luego lo levantó en dirección a Kara.

Al verla, Kara sonrió.

— Eso se usa con los vampiros. Y no soy un vampiro.

— ¡Ya sé que no eres un vampiro!

Las manos de Lena temblaban de una forma exagerada y sus dientes castañeaban. Los sonidos en la casa se volvieron más intensos. Las puertas se abrían y cerraban de golpe y el televisor se encendía y apagaba una y otra vez.

— ¡Eres un fantasma!

— ¿Crees que soy un fantasma? — los ojos de Kara la miraban con intensidad, como nunca antes la habían mirado.

Eso era algo que siempre gusto a Lena, la mirada de Kara. Aquellos ojos azules que reflejaban tanta vida.

— ¡No lo creo, lo sé! ¡Tú eres en fantasma!

Kara no pudo evitar reír un poco, volviendo mucho más macabra la situación.

— ¿Por qué crees eso?

— ¡No sé en donde diablos te metes! ¡Siempre apareces y desapareces sin que me dé cuenta! ¡Nunca te he visto hablando con otra persona que no sea yo! ¡Y desde que te conocí no han dejado de pasar cosas extrañas en mi casa! ¡Tú provocas todo esto! ¡Dices tener llaves de este lugar, pero yo no recuerdo habértelas dado!

En cuanto Lena dijo aquellas palabras, el rostro de Kara regresó a su seriedad de siempre y las cosas que estaban pasando en el departamento también se detuvieron.

Quizá Lena no debió de haber hecho eso. No sabía cómo iba a reaccionar Kara al darse cuenta de que era un fantasma.

¿Y si le hacía algo malo?

— ¿K-kara?— se atrevió a llamarla a pesar de que el miedo la tenía paralizada.

Aun cuando fuera un fantasma, ella la queira... de sienta manera, y lo menos que deseaba era verla sufrir. Aunque era un fantasma, aunque era ilógico, pero... ella la quería.

— Tienes razón, Lena — dijo la rubia acercándose varios pasos a Lena que no podía moverse más, estaba contra la pared y no había lugar al que huir. Mientras Kara más se acercaba, los sonidos en la casa y el crujir de las puertas de madera, regresaron — Tú nunca me diste las llaves de este departamento — de pronto, todos los adornos, cuadros y cosas que Lena tenía, comenzaron a flotar y lanzarse contra la pared, destrozándose en miles de pedazos.

— ¡Detente! —gritó Lena bajando por fin las manos para taparse los oídos y ponerse de cuclillas hecha volita en el rincón — ¡¿Qué es lo que quieres?! ¡Yo no te he hecho nada!

No creo en los Fantasmas (SUPERCORP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora