La puerta estaba abierta. Toqué para anunciarme. Lista para el escrutinio del que había huido.
Eso creía.
Cuatro pares de ojos sorprendidos me vieron entrar. Sorpresa destelló en ellos seguido de una mezcla de emociones que iban desde el desconcierto hasta la irritación, pero había una pequeña persona que dejó de verme rápidamente. Frunció el ceño y apretó la mandíbula, mostrando abiertamente su molestia.
—¿Qué haces aquí? —preguntó mamá acomodándose para quedar más erguida.
Mamá estaba sentada sobre la cama. Pálida, con un poco de ojeras y más delgada de lo que recordaba. Algunas arrugas habían aparecido. Automáticamente me empecé a preocupar y sentir mal por ella. Parecía vulnerable y frágil.
Había imaginado como sería esto, como debía actuar para no perturbarla y repasado las preguntas que debía hacer, pero en ese momento me quedé en blanco.
Era mi mamá. Debería tener miedo a perderla, pero me era difícil sentir algo más que la pena que se siente por cualquier persona enferma, sobre todo cuando tenía la fuerza para mirarme de mala manera y juzgarme al mismo tiempo.
—¿Cómo estás? —susurré sabiendo que era una pregunta estúpida.
—Temo que hiciste tu viaje por nada, Valentina. Como ves, no tienes una herencia que cobrar. Al menos no todavía.
No como había hecho con la herencia de papá. Mamá jamás dejará correr ese tema como si alguien me hubiera preguntado si quería algo. Simplemente sucedió. Había sido su obligación dejarme cubierta y nosotras teníamos tan mala relación que lo más inteligente era evitar que discutiéramos por dinero.
Me reí por lo estúpida que era en tener la mínima esperanza de que se alegrara de que estuviera aquí o de que sintiera algo por verme de nuevo. No había tenido noticias sobre mí en años, debería estar aliviada de verme en una sola pieza.
Supongo que en eso éramos iguales. No sentíamos lo que se supone deberíamos sentir entre madre e hija.
Respiré profundo.
Ella era la convaleciente, tenía la prioridad, así que debía bajar la cabeza y dejarla ganar.
—Quería asegurarme que estuvieras bien y estar aquí por si necesitabas algo. Pero veo que tienes la fuerza para querer pelear conmigo. Eso es una buena señal.
—No creo que la abuela quiera pelear contigo, Valentina. No puedes culparla porque se sorprenda que aparezcas diciendo que te preocupa algo de esta familia cuando no te hemos preocupado por años. ¿Recuerdas? Te fuiste sin despedirte de nadie —escupió Anthea mientras sostenía la mano de mamá.
Sus palabras picaron, pero traté de mantener la compostura.
Anthea estaba con su uniforme escolar, el mismo que llevé por años. En un segundo un remolino de recuerdos cruzó por mi cabeza. Mi experiencia en la escuela había sido buena, era el lugar donde había conocido a Ethan y Rosé, donde me reía hasta que me doliera el estómago, hasta que todo se arruinó y se convirtió el lugar del que quería huir. Esperaba que ella tuviera mejor suerte. Era más inteligente y agradable.
Lo que me tomó por sorpresa fue la mirada fastidiada de Anthea. Si había alguien que pensé que estaría feliz de verme era ella, pero supongo que todavía estaba enojada conmigo, lo que era justo. La había abandonado y cuando regresé a la ciudad por la boda fallida de Fiore hice todo para evitarla. No estaba lista para hablar con nadie de mi familia.
—¿Qué ha dicho el doctor? ¿Cuánto tiempo estarás hospitalizada?
—No tienes que quedarte. Lo tenemos todo controlado —volvió a escupir Anthea.
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ᴇᴄᴏꜱ ᴅᴇ ʟᴀꜱ ꜱᴇᴄᴜᴇʟᴀꜱ || #2
RomanceEs el eco de la noche y las secuelas en el corazón los que me han dado las respuestas.