Angie.

Treinta y uno.

Angie, no te entiendo.

Ya hablas conmigo, ya me miras, por lo menos mas que antes.

Ya no se que paso, por que, como, cuando, dios, ya no se nada, eso no es nuevo es absoluto por supuesto, jamás supe nada.

Ya me hablas, si.

Pero no me llenas como lo hacías.

Supongo, que a veces, hay que aceptar que las cosas jamás serán como antes.

Me siento vacía.

Solo... tengo ganas de llorar todo el tiempo.

Siempre tengo sueño.

Ya jamás rió como lo hacía antes.

Hace algún tiempo, me prometí que jamás volvería a aferrarme al pasado como antes lo hacía.

Es inevitable aferrarse al pasado, querer que las cosas sean como antes, ese deseo de que todo esté mejor, de que todo vuelva a la normalidad, es inevitable sentirlo.

Siempre me hice muchas promesas.

Creo que la mas importante, es una que me hice un día gris, lluvioso y frío.

Me dije que por mas que me lastimaran, jamás tendría miedo de sentir, ya fuera amor o dolor.

Me estás lastimando, Angie, como no tienes una idea, todo me esta lastimando.

Y sigo con el corazón abierto, cada vez mas destruido, pero jamás cerrado.

Aunque no se cuanto mas aguante, ya no lo se.

Todo por que ya ni yo misma me puedo dar aliento.

Siempre soy la que ayuda a todos, un ejemplo a seguir, la que siempre tiene los consejos, la que siempre sonríe, la madre, la tumba, la que inspira a salir adelante.

¿Acaso nadie ve que yo también muero por dentro?

Nadie, Angie.

Soy de lo mas obvia, y nadie, ni tu, lo ve.

Te amo.