Capitulo 9: ¿Te estás Escondiendo de Algo?

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Domingo.

Charles.

Todavía me estaba acostumbrando a tener gente a mi alrededor a todas horas.

Había pasado casi un año solo y, antes, debido a todo el tiempo que pasaba dibujando, la persona con la que más me relacionaba era mi madre.

El cambio era refrescante. Sobre todo, cuando la compañía se trataba principalmente de Carlos, pero a veces también resultaba abrumador.

Era fin de semana y me había despertado inusualmente temprano.

Me levanté de la cama y me vestí, tratando de no hacer ruido para que nadie viniera a ayudarme, para salir de la habitación a continuación.

Prueba de lo temprano que era, que descubrí que mi maravilloso guardaespaldas personal todavía no estaba fuera.

A pesar de que había dos guardaespaldas principales, más un pequeño grupo cuando salíamos del palacio, parecía que Carlos siempre estaba de guardia. Al menos durante las horas de luz.

"Buenos días" saludé al guardaespaldas que estaba cerca.

Me abstuve de preguntarle dónde se encontraba Carlos. Su deber no era estar conmigo cada minuto, pero, aun así, me gustaba que estuviera cerca.

Tenía tanto derecho como yo a dormir, aunque, si quisiera, podría dormir conmigo.

Me tragué la risa que me acudió a la garganta cuando pensé en esa posibilidad. Estaba seguro de que, si se lo pedía, le daría un derrame cerebral.

"Buenos días, Charles" respondió él muy educado y correcto. "¿Necesita algo? ¿Quiere que llame a su ayudante?"

"No" le interrumpí casi gritando, y me miró con los ojos muy abiertos, sin comprender muy bien lo que sucedía. "Lo único que me apetece es dar un paseo tranquilo."

El joven dudó durante unos segundos, pero luego asintió con la cabeza, comprendiendo que tampoco era como si me pudiera decir nada. ¿Qué había de malo en que saliera a dar una vuelta? No era un prisionero.

"Perfecto."

"Vamos" dije con una sonrisa feliz justo antes de tomar la tableta para meterla bajo el brazo.

Sentía la necesidad imperiosa de dibujar. Me picaban los dedos con desesperación, ya que llevaba más días de los que recordaba haber estado alguna vez sin esbozar nada, y sabía dónde me apetecía hacerlo.

Caminé sin dudar hacia el jardín, disfrutando de las vistas y del maravilloso clima que hacía esa mañana.

Cuando llegué a la piscina cubierta, le pedí a mi guardaespaldas que me diera un poco de espacio.

Desde la primera vez que la había visto, con esos cristales de invernadero, rodeada de plantas de hojas verdes enormes y hecha en una especie de mármol blanco, me había enamorado del lugar.

Era el sitio en el que me sentía seguro y en el que la tranquilidad y la inspiración entraban en mí.

Puede que mucha culpa de ello la tuviera que casi todos los días acudía allí con Carlos y pasábamos un tiempo relajados. Un tiempo en el que parecíamos más un par de amigos, que un príncipe y su guardaespaldas.

Moví la cabeza hacia los lados. Tenía que sacarme esos pensamientos de la cabeza.

Di unos pasos dentro y respiré el maravilloso olor a cloro y plantas.

Me apresuré a encender la tableta y a sacar el lápiz del bolsillo antes siquiera de sentarme. La emoción ya bullía en mis dedos. Sentía el tirón de la creatividad.

Aprendiz de PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora