~ERASER HEAD~

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El deslumbrar del sol provocó que mis ojos se abrieran con desgana. Me acomodé un poco más en la cama y me di la vuelta buscando su cálido cuerpo. No sé por qué cada vez que me levantaba por las mañanas tenía un frío insoportable a pesar de estar ya en días de primavera. Me fui arrastrando por la cama con los ojos cerrados con el fin de chocarme con su cuerpo y que me abrazara. Sin embargo, no encontré nada de nada. Abrí los ojos lentamente intentando acostumbrarme a la luz solar que entraba por la ventana. Tanteé con la mano y, efectivamente, estaba sola.
Tapé mi desnudez con la fina sábana blanca y me senté en la cama aún un poco atontada.

-¿Dónde está Shota?- susurré algo desubicada.

Me giré para ver el reloj y marcaban las 6:23. Me supongo que estaría ya con los profesores desayunando.
Suspiré y me froté los ojos con cansancio. Dejé caer mis brazos sobre mi regazo y miré por toda la estancia ya siendo más consciente de dónde estaba; la habitación de Aizawa.
Me acerqué para coger mis gafas que se encontraban en la mesilla y me encontré con una nota escrita por su puño y letra. Sonreí inconscientemente y comencé a leerla.

"Buenos días, pequeña. He bajado a desayunar con los profesores a la cafetería. Te he dejado un uniforme a los pies de la cama junto con tu ropa interior"

Alcé la vista y, efectivamente, ahí estaba todo bien doblado.

"No te olvides de pasar por tu habitación y coger los deberes para hoy, además de cerrar la puerta cuando salgas con llave. Que no te vea nadie. Tienes un sándwich mixto en la nevera para desayunar."

—"Aizawa S."

Suspiré y dejé la nota de nuevo sobre la mesa.

Llevábamos ya un tiempo en una pequeña relación. En un inicio, era de simple interés. Digamos que yo siempre estaba disponible en el momento en el que el moreno se sentía demasiado estresado. De una relación de simple sexo la cosa evolucionó a una relación amorosa. Eso apenas había sido hacía unos meses, pero ya llevábamos 3 años con las típicas escapaditas a la habitación del otro. No pensé que Shota sería capaz de ello, pero se ve que los años de abstinencia le hicieron mella. Fue insinuarme una vez y acabé sin poder entrenar por una semana del dolor de cadera que tenía. Cuando le pillabas en los momentos en los que tenía que compaginar la enseñanza y la vida de Prohero olvídate de andar. A pesar de que parecía que dormía a cada rato, este chico se guardaba una energía descomunal para lo que quería.

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