De una manera extraña, Harry siempre teme sus días libres. No es que no le guste el tiempo para descansar: le gusta. Por mucho que le guste trabajar todo el tiempo, por mucho que el quirófano se sienta como en casa, le gusta el tiempo libre y recuperarse.
Es sólo un poco... triste. Su apartamento, impecablemente limpio y prácticamente nuevo en el momento del contrato de alquiler, simplemente se siente frío. Sabe que en parte es culpa suya; entre toda su educación médica y sus largas horas en el hospital, simplemente no ha encontrado la energía para hacer de su apartamento un hogar adecuado. En este punto, generalmente se siente como una parada que usa para dormir, comer, ducharse y, si tiene suerte, ver algunos episodios de Friends.
Hay un vacío en el apartamento de Harry que personifica el silencioso y abrumador vacío que siente por dentro, ese que Harry es constantemente incapaz de identificar y ubicar. Ha aprendido a vivir con ello —, su trabajo hace más que suficiente para distraerlo la mayoría de los días—, y, en su mayor parte, está bien si nunca identifica qué es exactamente lo que se está perdiendo.
Mirando el reloj, le quedan cuarenta y ocho horas hasta que regrese al hospital y se ponga la bata médica. El silencio en su departamento, salvo por el leve sonido burbujeante de su cafetera espresso, es algo que lo inquieta, especialmente cuando no tiene nada que hacer ni nada que estudiar.
Quizás debería adoptar a un perro. Ha oído que los perros esquimales son bastante ruidosos.
Tarda aproximadamente siete minutos después de terminar su café antes de presionar el ícono del teléfono en su iPhone.
—Hola—, saluda Harry cuando el timbre se detiene y aparece la ligera estática de la línea en su lugar.
—Hola, hola—, escucha a Louis arrastrando los pies al otro lado de la línea e imagina que el teléfono está entre su mejilla y su hombro mientras se mueve por su apartamento—. ¿Qué pasa?
Harry deja escapar un profundo suspiro, mientras se recuesta en el sofá. Friends está en la televisión, su taza de café está vacía y no se imagina haciendo nada más que lavar la ropa en las próximas cuarenta y ocho horas que tiene en casa
—¿Qué opinas de los perros esquimales?
Louis hace un ruido al otro lado de la línea y Harry puede imaginarse el crujido de su nariz que lo acompaña.
—¿Qué pienso de los perros esquimales? —. Harry sonríe ante la repetición—. Creo que son terriblemente ruidosos. Y necesitados. Nunca tendrás un momento de descanso.
Tararea, considerando.
—Sin embargo, son perros muy bonitos.
—También lo son los dálmatas. Y caniches.
—Los caniches son muy inteligentes. He oído que los dálmatas pueden ser malos—, dice Harry.
—Creo que son más hiperactivos que malos—, argumenta Louis, y Harry puede oírlo cambiar el teléfono, su voz un poco más clara—. ¿Por qué quieres mi opinión sobre las razas de perros?
Hay demasiado silencio en mi casa y no estoy seguro de cómo arreglarlo, Harry frunce el ceño.
—Estaba considerando tener un perro. Podría ser agradable.
—Casi nunca estás en casa. ¿Quién va a cuidar al perro?
Harry suspira.
—Tienes un gato y prácticamente trabajas las mismas horas que yo.
Louis hace un ruido de protesta al otro lado de la línea.
—Los gatos no son iguales. Prácticamente se cuidan solos.
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A Common Place Affliction • [ls ; traducción]
Fanfiction-Deberías irte a casa-, reflexiona Louis, y Harry puede sentir al omega agacharse para estar al nivel de sus ojos, tocando su mejilla con un delicado dedo. Harry levanta el brazo y echa un vistazo al rostro de Louis. Parece cansado, nota, pero no ex...