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Un niño nunca logra entender a la perfección los problemas de su alrededor si nadie se los explica. Por eso, ante dificultades, a veces aprendemos a enfrentarlos de manera incorrecta y lo normalizamos porque nadie está ahí para decirnos que es lo que está bien y que está mal.

Es más común de lo que parece.

Minji se distraía con mucha facilidad y tenía un tipo de comportamiento que llamaba la atención de sus maestras en kínder.

No era para denominarlo anormal, simplemente era peculiar para tener cinco años; hacía muchos berrinches y a veces golpeaba a sus compañeros sin motivo aparente. Además, nadie parecía querer jugar con ella. Minji buscaba la cercanía en sus compañeritos, pero todos se alejaban o simplemente le decían que no querían estar con ella.

Finalmente, Minji se quedaba los recesos bebiendo una caja de leche mientras pintaba sola y relataba una y otra vez la misma historia de animales.

Ese destape constante hizo que la señorita Kwon se acercará a Minji para entenderlo cuando ya se dio cuenta que era mucho.

—Minji-yah —la llamó mientras se acercaba.

La menor alzó su cabeza y con sus ojos bien abiertos la miró.

—¿Por qué estás sola? Ve a jugar con tus compañeritos —la señorita Kwon se agachó para estar a su altura en la silla.

En un principio Minji se quedó callada, pero después de volver a pintar con los crayones esa familia de osos, contestó.

—No quieden jugad conmigo.

—¿No? —frunció el ceño.

—Dicen que los tato mal, pero yo quiedo ser su amiga.

Kwon sabía que eso era cierto.

Digamos que era entendible que algunos niños se alejaran de Minji por la actitud que ella presentaba algunos días, pero tampoco justificaba que fuera la única chiquilla en el grupo que no tuviera a nadie para jugar o divertirse, y pasara todo el tiempo sola hablando de sus historias de animales que combatían mosquitos malos. Era normal en una niña de su edad, pero tampoco era ideal que estuviera todo el tiempo aislada.

—¿En casa tienes amigos? —preguntó delicadamente.

Minji negó con naturalidad, como si fuera lo más casual.

—¿No tienes amigos?

—No —dijo —. Nadie juega conmigo.

Esa no era la información que la señorita Kwon quería escuchar.

—¿Y tus hermanos? Dijiste que tienes hermanitos, ¿No juegas con ellos? —acarició su espalda.

Minji volvió a negar, pero ésta vez agregó más a su gesto.

—Siempre salen con mamá y papá —dijo —. Yo no voy.

—¿No sales con tu familia? —estaba confundida.

—No me dejan ir —aclaró. —A mamá no le gusta llevarme. Dice que me polto muy mal y le da vergüenza. Me quedo en casa sola.

Eso no estaba bien para la maestra. Era un tema a señalar muy importante y le llamaba la atención como Minji hablaba de eso con tanta casualidad, como si no hubiera que tomarle el peso. Y es que entendía que ella no hiciera esa comparación porque era una niña pequeña, pero se notaba que eso lo tenía muy normalizado.

—¿Te quedas completamente sola?

Minji asintió.

—¿Hasta qué hora te quedas sola?

naturalmente desastroso | bbangsaz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora