...Nuestros jadeos erráticos habían conseguido empañar la ventana de mi habitación. Justin estaba encima de mí, apoyando sus codos a ambos lados de mi cuerpo para sostenerse...
Oí a alguien llamándome a lo lejos.
...Me levantó el mentón con los dedos y empezó a acariciar mi cuello con su lengua húmeda pasando sus dientes por mi carne, queriendo saborearme muy lentamente...
Noté un fuerte zarandeo.
—Estaba deseando que llegara este momento —susurró bajando por mi ombligo...
Mi espalda golpeó el sofá un par de veces.
Sabía que estaba soñando, pero prefería que me rompiesen la cara, a despertar.
...Nuestras manos se entrelazaron mientras dejaba un reguero de besos en mis muslos, haciéndose derogar...
Sentí el zarandeo de nuevo, más fuerte.
—¡¡LEX!! —gritaron en mi oído.
—¡¡¡AHHH!! —Berreé despertándome sobresaltada y muy confusa.
Era Anna
—Joder, por fin —puso los ojos en blanco resoplando.
Me llevé una mano al pecho intentando regular mis pulsaciones. Miré a mi alrededor, intentando ubicarme. Los sofás de cuero me ayudaron centrarme. Me miré. El vestido que había adornado mi cuerpo horas antes se encontraba revirado y hecho un gurruño por encima de mis caderas. Genial, seguía en casa de Justin y había empezado a soñar con él.
—¿Dónde te metiste ayer? —Me froté los ojos, aún adormilada.
—Nos fuimos un rato por ahí —explicó—, queríamos estar solos.
Anna abrió su bolso y me dejó una botella de agua y unos pañuelos en el regazo.
—Vine tarde y ya estabas dormida, reventada y en coma —añadió—, no quise despertarte.
Asentí mientras bebía.
—¿Qué os pasó ayer? —Me interrogó.
Me encogí de hombros, sincera.
—Eso quisiera saber yo... —Suspiré sin ganas de seguir mintiendo. Ya había sido suficiente, y si alguien iba a ser capaz de comprenderme, esa era Anna.
Se levantó y me trajo un jersey, unos pantalones, unas deportivas y mi teléfono.
—¿Has dormido en casa? —Pregunté al ver mis cosas.
—No, me he pasado esta mañana —respondió intentando disimular un pequeño rubor en las mejillas—. El baño está en la puerta de enfrente.
Me levanté muy poco a poco. Aquel sofá aparentemente cómodo me había doblado la espalda en dos.
—Te espero en la cocina —Sonrió acompañándome—. Estoy haciendo el desayuno.
Desapareció del pasillo y yo me adentré en el baño. Me despojé de toda mi ropa y me puse la que ella me había traído. Una sensación de confort extremo me invadió cuando volví a estar enfundada en mis vaqueros de siempre, y con mis pies descansando sobre unas zapatillas que eran el cielo terrenal. El experimento de ser una femme fatale había estado bien, pero ya estaba más que preparada para volver a enfundarme en mi ropa habitual de lunes a viernes, o no festivos.
Me lavé la cara las veces suficientes como para despertarme por completo, y bajé por las escaleras en busca del desayuno.
La cocina estaba irreconocible. Los vasos habían desaparecido, los borrachos habían encontrado el camino de vuelta a casa y el suelo ya no estaba pegajoso. No sabía quién había sido el valiente que se había levantado a limpiar, pero lo admiraba profundamente.
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LO QUE HAY DETRÁS DE TUS MENTIRAS
RomanceAlexandra vive su vida en soledad, atormentada por un pasado un tanto traumático, un trabajo cuanto menos gratificante, y un aislamiento perpetuo que comienza a pesar demasiado. El día que decide salir de casa, por fin, alentada por su amiga Anna, c...