Todas las decisiones eran cuestionables, pero pocas lo eran tanto como aquella. Ante la puerta de madera y a una sola acción de un cara a cara, todo me parecía un sueño. La realidad se había vuelto algo demasiado arbitrario como para resultar plausible. Había pasado de tener problemas mundanos a vivir sabiendo que la realidad superaba a la ficción, hasta en los aspectos más grotescos. No quería tener más datos de ese submundo siendo conocedora de que eso podría poner precio a mi cabeza, pero estaba dispuesta a escuchar cada detalle si con ello conseguía comprender a Anna. Aunque tuviese ganas de matarla, estaba convencida de que algo había detrás. Me negaba a pensar que hubiese optado por engañarme porque sí, porque le daba igual. Sí la conocía como pensaba que lo hacía, habría algo más y cuando ella me lo desvelara, tendría que ser yo la que tomase una decisión.
Jamie me había llevado a casa después de comer, quería entrar para pasar la tarde juntos pero me había negado con alguna excusa barata. El peso de la manipulación de Fredo había surtido efecto, y la idea de una conversación estaba taladrándome la cabeza, y no iba a dejar que lo hiciese más. Además no tenía ganas de aguantar a Jamie después de sus exageradas cavilaciones con Fredo...y Justin.
Me quedé mirando por la ventana, esperando a que Justin saliese de su casa en algún momento, porque no quería enfrentarme a esa parte de la historia. No tenía muy claro que fuese a ser lo suficientemente fuerte como para resistirme a sus encantos, y no quería volverme a ver envuelta en ello. Estaba claro que no había podido olvidarme de él, sin embargo, si nos basamos en el patrón común, era cuestión de tiempo pasase página.
Lo vi salir a las dos horas de vigilancia, a lo más estilo Juanita. Tenía el semblante serio y la mirada salvaguardada bajo unas gafas de pasta negra. Fredo salió con él y arrancaron sin mediar palabra.
Así que ahí estaba yo, después de asegurarme de que esta vez no hubiesen terceras personas intercediendo sobre nosotras. Quería que, pasará lo que pasase, no se pudiese escudar en Fredo, como si no tuviéramos la suficiente confianza como para decirnos las cosas a la cara.
Hice un par de veces los pasos que nos enseñó la gran Sharpay Evans para tranquilizarme y llamé al timbre. Agudicé al oído hasta que escuché unos pasos arrastrados sobre la madera, que se fueron acercando sin urgencia. Anna abrió la puerta y la imagen fue desoladora. Su larga melena estaba enrollada en un moño deshecho. La falta de sueño era evidente y parecía no haber dejado de llorar en todo ese tiempo, de hecho, lo estaba haciendo en ese momento. Me vio y sentí cómo se quedaba sin palabras. Comenzó a llorar desconsoladamente abalanzándose a mis brazos, mientras imploraba un perdón y mil cosas que no llegaba a comprender, porque era incapaz de vocalizar. Aquello me pilló despreciada e hizo que me reblandeciese por dentro. La envolví en mis brazos y acaricie su cabeza con cariño mientras yo también me rompía y sollozaba a su lado.
—Vamos adentro —la susurré.
Me llevó hacia el salón. Sentí como un escalofrío me recorría el cuerpo y la carne se me puso de gallina. Era inquietante estar allí aunque ya no hubiese nadie, pero no dejé que eso me frenase. Me acerqué a Anna y me senté a su lado. Me ofreció un pañuelo y nos secamos las lagrimas en un silencio que duró demasiado.
—Anna, tenemos que hablar, ¿vale? Me lo tienes que explicar todo —dije con dulzura.
Anna asintió con un pequeño mohín. Parecía una niña perdida despojada de su imagen implacable, pero hizo un esfuerzo por sobreponerse.
—¿Qué quieres saber? —preguntó con voz temblosa, temiendo volver a llorar.
—¿Qué es todo... —alcé las manos sin encontrar las palabras— ...todo esto?¿Son sicarios?¿Una banda criminal?
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LO QUE HAY DETRÁS DE TUS MENTIRAS
RomantikAlexandra vive su vida en soledad, atormentada por un pasado un tanto traumático, un trabajo cuanto menos gratificante, y un aislamiento perpetuo que comienza a pesar demasiado. El día que decide salir de casa, por fin, alentada por su amiga Anna, c...