3. UN PADRE TRAUMADO, UN NIÑO DE PAPÁ Y UN RUBIO INSOPORTABLE

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Abrir los ojos fue un arduo trabajo. Mis párpados parecían pegados por una mezcla de legañas, sueño y miedo por no haber puesto el despertador la noche anterior. Me incorporé lentamente apoyando la espalda en el cabecero de la cama, adaptándome poco a poco a la luz que entraba por la ventana. Respiré un par de veces y me levanté. Fui hacia el baño y me lavé los dientes, aunque la pastosidad que sentía no consiguió abandonar del todo mi boca.


Salí y bajé las escaleras. Escuché un movimiento proveniente del cuarto que Anna habitaba desde hacía un sólo día.

-¡¿Qué hora es?! -Grité arrepintiéndome al segundo. Mi tímpano me regañó al momento. Tenía demasiada resaca para eso.

-¡¡¡Las ocho!!!

-¿¿¡Cómo!??

Subí corriendo las escaleras, atravesé mi habitación y me tiré sobre la cama desesperada por coger el móvil. Lo desbloqueé y pasó lo predecible; veinte llamadas perdidas y cuarenta mensajes de mi padre. Le contesté rápidamente e intenté colar la típica excusa de la regla, tan típica como endeble. Me quedé mirando al techo durante unos segundos e intentando que la resaca no aumentara mis ganas de ahorcarme.


Bajé de nuevo en busca de Anna. Estaba a punto de entrar en su habitación cuando ella salió como una exhalación, vestida, maquillada, perfumada y lista.

-¿Por qué no me has despertado? -Me quedé mirándola de arriba abajo. Las diferencias entre su apariencia y la mía eran un tanto dañinas-. ¿Te has vestido así para cenar?

-Necesitabas descansar -dijo moviéndose por la casa como un torbellino-. Y no, al final no podré quedarme a cenar.

-¿Qué? ¿Dónde te vas? -pregunté inquisitiva, persiguiéndola por la casa.

-Fredo y Justin van a hacer una fiesta.

-¿Cómo que una fiesta? ¿¡Otra?

-La de ayer era de bienvenida, la de hoy es de fin de año -explicó con toda naturalidad.


Me puse delante de ella. Dirigió su mirada hacia mí parando el ritmo.

-¿Y me vas a dejar sola con mi padre? -Susurré siendo más una súplica intrínseca que una simple pregunta.

-Lex, puedes con tu padre -me apartó el pelo con cariño-, y si no puedes, estoy a una llamada y veinte metros de ti. Vendré en cualquier momento, te lo juro.

Asentí incapaz de rebatirla. Ella no tenía por qué aguantar a mi padre, y estaba lo suficientemente cerca de mí como para sacarme de allí en caso de emergencia. Además, se merecía pasárselo bien, ya tenía demasiado peso encima como para cargar con el mío.

-¿Qué pasa con Fredo? -Quise saber, intrigada.

Anna empezó a ponerse extremadamente roja. Volvió a recorrer la casa, evitando mi mirada. La perseguí de nuevo.

-Me gusta -sonrió mientras metía lo más imprescindible en un pequeñísimo bolso de mano.

-Madre mía, pero si le conociste ayer Anna -farfullé.

-No estamos saliendo, ni le he pedido matrimonio, ni me imagino a mis hijos con su cara ni me he tatuado su nombre en las nalgas. Sólo quiero pasarlo bien y él consigue que lo haga.

-Pero te lo has follado, ¿No? -Pregunté recordando el peinado un tanto extraño con el que abandonó la fiesta.

-Como a muchos otros, la diferencia es que por lo menos Fredo ha conseguido que me lo pasé bien en todos los sentidos -me miró, seria-, aunque eso no signifique que vayamos a tener algo más allá.

LO QUE HAY DETRÁS DE TUS MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora