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San se estaba comportando como un adolescente. No había parado de tocar a Wooyoung en todo el camino hacia el hotel, contándole todas las cosas que quería que hicieran. Saber que Wooyoung, era quien estaba provocando todo esto en él, hacía que cada día de gimnasio mereciera la pena.

Se habían quitado los monos y armaduras del paintball antes de abandonar la caseta, y Wooyoung se había fijado en los dos enormes moratones en la espalda de San. Iba a partir la cara a Richard en cuanto le viera.

Como tuvieron que parar en una gasolinera para comprar las cosas que necesitaban, el trayecto al hotel se le hizo eterno; y eso que Wooyoung todavía no tenía claro si deberían de estar haciendo esto, o no, y rezaba para no arrepentirse de esta noche durante el resto de su vida. Pero en cuanto aparcaron el coche, salieron corriendo hacia la habitación como si aquello fuera una carrera.

Wooyoung entró primero y se quitó los zapatos. Como solía hacer, se sacó la cartera y el móvil y los dejó en el mueblecito de la entrada, junto con las llaves. Estaba tan nervioso que le estaba empezando a doler cada músculo del cuerpo por la tensión que tenía encima.

Todavía estaba pensando qué decir, cuando San le agarró por el cuello de la camisa y le empujó hacia el baño.

—Voy a enseñarte lo que quería haberte hecho en el instituto —dijo, y su voz salió baja y ronca. Al oír ese tono, Wooyoung dejó de pensar y su polla respondió al contacto, como si las manos de San tiraran de ella y no de su camisa. Era consciente de cada mínimo roce de la tela sobre su piel.

Se quedó helado cuando San le empujó hacia la ducha, porque desató una miríada de recuerdos tan arraigados su mente que no pudo evitar sentir, junto a toda esa excitación, una punzada de miedo.

—Seguro que aquel día creíste que lo que quería era reírme de ti —dijo San respirando de forma agitada.

Wooyoung asintió despacio, demasiado afectado para poder hablar. No podía apartar los ojos del pedazo de hombre que tenía delante y es que, además, no quería. San era lo único que de verdad había iluminado estos dos últimos días.

—Pero yo lo único que quería era abrir el agua de la ducha. —Un chorro de agua fría cayó sobre la cabeza de Wooyoung, aunque ni eso fue suficiente para enfriar el fuego que corría por sus venas—. Y desnudarte.

San le quitó la corbata y empezó a desabrocharle la camisa. Wooyoung solo le miraba, hipnotizado, a pesar de que esas grandes manos no paraban de moverse sobre su pecho, avivando aún más la enorme lujuria que iba creciendo en su interior. ¿Lo harían aquí mismo, bajo el agua de la ducha que ya empezaba a calentarse?

—Soñaba con tocar el cuerpo de un hombre, tan distinto del de una chica; más firme y fuerte —susurró San deshaciéndose de la chaqueta y de la camisa empapada de Wooyoung y tirándolas al suelo mientras recorría con sus manos el pecho de este.

El mero hecho de sentir los dedos callosos de San contra su piel, su olor, era tan abrumador que Wooyoung notó cómo se le aflojaban las rodillas.

—Sí —contestó también en susurros, con la mano en el bíceps de San, que aún seguía prácticamente seco al no estar bajo el chorro del agua. Wooyoung, por el contrario, se estaba calando y los pantalones, ya empapados, se le pegaban al cuerpo como una segunda piel.

—Te imaginaba desnudo e indefenso. Tenía tantas ganas de verte… Y creía que, una vez que te tuviera sin ropa, te morirías de ganas de chupármela. —San se acercó más a él y le desabrochó el cinturón.

San estaba sonrojado y Wooyoung pudo notar el temblor en sus dedos. El comentario despertó algo primitivo en él y tuvo que suprimir un gemido. Pensar que San había estado fantaseando con su polla era como un sueño hecho realidad.

Perfect Man |Woosan|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora