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San se despertó sintiéndose el hombre más feliz del mundo.

Se giró en la cama y acercó más el cuerpo de Wooyoung al suyo, murmurando su satisfacción.

No podía quitarse de la cabeza la noche pasada; había sido un punto de no retorno en su vida sexual y justo lo que necesitaba para descubrirse a sí mismo y saber cuál era su lugar en el mundo.

Ese lugar al que pertenecería hasta el fin de sus días.

San nunca había tenido ninguna revelación así de transcendental -joder, si es que hasta hoy, se hubiera reído de cualquier jipi que usara «transcendental»-, pero esa era la palabra exacta para definir la experiencia de ayer: enterrado en Wooyoung, arremetiendo contra él como si no hubiera un mañana y mirando esos ojos negros mientras le acariciaba los muslos... de verdad que no había palabras para describir algo así.

Wooyoung arrugó un poco la nariz y estornudó, abriendo los ojos de golpe como si el sonido le hubiera despertado. Parpadeó. Parecía tan inocente, como un recién nacido que no recuerda cómo ni por qué está allí. Pero entonces parpadeó de nuevo y la sonrisa enorme que le dedicó iluminó toda su cara.

-Hola.

-Hola -contestó San, sonriendo y derritiéndose un poco. Se sentía como una de esas tartas que tienen chocolate fundido por dentro. Y la verdad es que no sabía qué más decir. Algo como: «¿Quieres hacerlo otra vez?», «me gustas», «vámonos a Las Vegas y casémonos».

No, nada de eso parecía apropiado. Su pecho se contrajo cuando, en un movimiento serpenteante, Wooyoung metió las piernas entre las suyas, haciéndole cosquillas.

Tocarle no tenía nada que ver con tocar a una chica: su piel no era tan suave y sus músculos eran más que perceptibles. Wooyoung era complaciente, tolerante y ese rasgo, le hacía parecer aún más masculino.

-No quisiera que llegaras tarde a la conferencia -comentó San dejándole un reguero de besos por la mandíbula mientras Wooyoung se limitaba a estirarse bajo él como si fuera un gato.

-¿Insinúas que debería levantarme? -preguntó arqueando la espalda sobre las suaves sábanas de algodón.

-Nunca. ¿Te gustaría seguir así... un poco más? -preguntó San con la vista fija en la preciosa polla de Wooyoung.

-Pues sí, y aún tenemos algo de tiempo. No pienso levantarme para escuchar a un grupo de vejestorios hablando sobre ventas.

Wooyoung llevó una mano a la oreja de San y empezó a acariciarle, como si se tratara de un animalillo. Siempre le tocaba de forma muy tierna, como si cada gesto cariñoso le saliera del alma.

Pero no era eso lo que San había querido decir con «seguir así». A lo que se había referido es a que si Wooyoung querría seguir viéndole una vez acabara el fin de semana. Se sentía raro al pensar en el acuerdo que tenían y quería que Wooyoung se olvidara de lo que habían pactado y le tratara como si lo suyo fuera real.

-¿Seguro que no te ponen un poco esas charlas? -dijo San riéndose.

Wooyoung negó con la cabeza y se acercó más a él, dejando un beso húmedo en sus labios.

-Me gusta mucho más oírte hablar a ti.

San le puso una mano en la nuca para evitar así que se escapara y poder disfrutar de un largo y ardiente beso. Cerró los ojos y dedicó toda su atención a la boca suave de Wooyoung y a sus cálidas piernas enroscadas a la perfección entre las suyas. El corazón de San latía tan deprisa que se estaba despertando de verdad.

-Vaya... así que gano cuando mi competencia son unos vejetes hablando de temas comerciales. No es demasiado halagador, que digamos -murmuró San sonriendo, sin parar de besarle.

Perfect Man |Woosan|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora