¿Pueden los Jedi vestirse de naranja?

XXV

1,163Capítulo 25
Tres actualizaciones en un mes. Sinceramente no pensé que esto volvería a suceder. Entre el trabajo y la vida, normalmente no tengo el tiempo ni la energía para mantener ese tipo de resultados. Este capítulo en particular me llevó un tiempo porque el capítulo que estoy escribiendo ahora está resultando difícil. Mi musa se levantó y se tomó unas vacaciones a mitad de camino, llevándose mi motivación con ella. Al final los cacé y los arrastré a ambos de regreso, pero todavía va lento. Por lo general, escribo en grandes momentos, seguidos de días o semanas de progreso mínimo.

Como antes, pido que cualquiera de mis lectores que pueda permitírselo contribuya a una de las organizaciones benéficas que ayudan a los ucranianos afectados por la invasión de su país. La crisis no desaparece sólo porque las noticias se aburren. Espero que esta sea la última de estas peticiones que tengo que escribir, pero lo dudo.

No hay mucha acción en este capítulo, pero no te preocupes. La trama sucede y (algunas) respuestas se vuelven claras. Te diría cuáles eran, pero para eso está el capítulo.

Descargo de responsabilidad: no soy dueño ni de Naruto ni de Star Wars. Por si hubiera alguna confusión sobre ese punto.

OoOoOoOoOoOoO

Capítulo 25

Mace y el Capitán Panaka lo encontraron en un deslizador a cinco kilómetros de la mansión de Deyne. Cuando preguntaron dónde estaba Deyne y él respondió agitando el pergamino, la reacción de Panaka casi lo hizo arrodillarse con una carcajada. Los ojos del pobre hombre casi habían abandonado sus puestos en el cráneo, y su boca podría haber atraído a los pájaros que anidaban si hubiera salido el sol. Mace se había contenido para soltar un suspiro de cansancio antes de empujarlos a ambos dentro del deslizador y salir volando.

Media hora más tarde, llegaron a su destino, una casa segura, una de las muchas que las Fuerzas de Seguridad Reales mantenían en todo Naboo. Panaka y Mace habían considerado que era el mejor lugar disponible para interrogar a Deyne. Con cientos, tal vez incluso miles, de Naboo todavía en manos de Sol Negro, no podían arriesgarse a una ubicación más formal.

El secreto les molestó a todos, excepto a Naruto, que estaba acostumbrado a ese tipo de cosas, pero a Mace le irritaba sobre todo. El Capitán Panaka era, ante todo, un hombre práctico. Mientras su Reina estuviera a salvo y nadie violara explícitamente ninguna ley, aceptaría el subterfugio con ecuanimidad. Padmé, aunque idealista de corazón, también era una regente y política experimentada, que había guiado a su pueblo en tiempos oscuros. Si bien no amaba los secretos, hacía mucho tiempo que había hecho las paces con guardarlos. Ayudó el hecho de que estaba algo alejada de toda la situación, al no estar directamente involucrada ni en el arresto ni en el próximo interrogatorio.

Naruto todavía se estaba acostumbrando a la idea de cómo operaba la justicia en la República. Había crecido en un mundo de secretos y sombras, donde conceptos como el debido proceso y los derechos del acusado eran, en el mejor de los casos, efímeros. No le había gustado, pero tampoco había pensado raramente en ello. Así era como se hacían las cosas, y fue sólo con el tiempo y la experiencia que empezó a ver cuán sombrío había sido el lugar que había sido el mundo shinobi. Para complicar las cosas, Deyne estuvo involucrado en el tipo de esclavitud más repugnante del que Naruto había oído hablar jamás y, al igual que Anakin, no solo tenía problemas con la esclavitud, sino también con volúmenes y suscripciones continuas. Si detenerlo significaba pisotear un poco sus derechos legales, Naruto no perdería ni una hora de sueño por eso.

Mace no era tan optimista. Había visto hacia dónde conducía el camino de la justicia oculta y la policía secreta. Lo vi y luché contra ello. Sabía mejor que la mayoría lo corto que podía ser ese camino. Por eso mantuvo firme su convicción de que la justicia debía impartirse a la luz del día, o de lo contrario sería poco más que una represalia, en el mejor de los casos, defensa propia. Reconoció que cualquier gobierno necesitaba hombres y mujeres que caminaran en las sombras por el bien de los demás. Aunque él no sería uno de ellos.