¿Pueden los Jedi vestirse de naranja?

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Este capítulo pasó por más reescrituras que cualquier otra cosa que haya escrito antes. No sé qué me pasaba o por qué mis habilidades de escritura decidieron simplemente irse a la mierda durante un mes, pero créanme, las primeras cuatro versiones de este libro fueron malas. Tan malas que te arrancan los pelos y te inducen al alcoholismo. Todavía no estoy muy contento con el producto final, pero en cierto punto, como autor, simplemente tienes que dar un paso atrás y admitir que es lo mejor que puedes conseguir. Después de trabajar en este capítulo durante casi dos meses enteros, no importa lo bien pulido que esté, seguiré odiándolo hasta las entrañas.

En una nota más positiva, creo que las alertas por correo electrónico están funcionando nuevamente. Quién sabe cuánto tiempo continuará esa feliz situación, pero tengo la intención de disfrutarla mientras dure. Con suerte, ya no tendremos problemas de TI por este año, pero no voy a contener la respiración.

Como siempre, por favor, donen lo que puedan al pueblo de Ucrania para ayudarlos a sobrevivir mientras luchan contra la invasión rusa. El invierno se acerca rápidamente y necesitarán todo el apoyo que podamos brindarles.

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Capítulo 58

Asajj había subestimado el tiempo que le llevaría atravesar el laberinto del distrito industrial de Corellia sin ser vista. El Jedi había previsto su intento de colarse, o bien simplemente había sido cuidadoso con su seguridad. De cualquier manera, había colocado bien a sus centinelas. Sumado a la absurda complejidad de los callejones y los tejados, el sol era un recuerdo que se desvanecía cuando llegó a la planta de energía. Los droides comando, como era de esperar, no estaban por ningún lado. Había escuchado los ecos de su batalla minutos antes. Los clones debieron haberlos visto y llamado refuerzos. Irritante, pero al menos los droides mantendrían a los clones ocupados mientras ella trabajaba. En eso, habían cumplido su propósito.

La planta de energía era una enorme cúpula de varios niveles de duracreto, adornada por todas partes con pórticos, cables y todo tipo de restos que, según supuso, se utilizaban para distribuir la energía a la red planetaria. No era ingeniera y no estaba dispuesta a detenerse a apreciar el ingenio de la planta. Pronto, se convertiría en un cráter humeante y ella se dirigiría a su siguiente misión.

De memoria, activó un bloqueador de señales de corto alcance tan pronto como estuvo dentro del perímetro de la planta. Impediría que cualquier miembro de seguridad de la planta enviara o recibiera comunicaciones externas. La planta en sí estaba prácticamente abandonada. Solo quedaba una tripulación mínima de droides para supervisar las operaciones.

Excepto que… no. Mientras se deslizaba por una escotilla de servicio hacia el edificio, sintió algo. Este lugar no estaba vacío. Todavía había alguien allí. Pero no un ingeniero, oh no. La presencia que percibía no era la de un ser común. El poder, la luz enfermiza que le hacía llorar los ojos, el hedor de la autocomplacencia. Solo una cosa en la galaxia podía revolverle el estómago de esta manera. Había un Jedi allí. Sus labios se curvaron en una sonrisa. Un momento antes, esta había sido una misión de rutina; una de las docenas a las que su maestro la había enviado. Solo negocios, en realidad. Ahora, era placer.

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Escena retrospectiva

Anakin cerró los ojos y dejó que toda la tensión se deslizara de sus músculos mientras unos dedos delgados y ágiles acariciaban su cabello. Los dedos de Padmé. El calor de Padmé presionaba contra su espalda mientras yacían uno al lado del otro en su cama. La presencia reconfortante de Padmé acariciaba sus sentidos. Ninguna cantidad de meditación podría anclarlo en un momento como su mera presencia. Durante unos segundos dichosos no hubo guerra, ninguna catástrofe inminente, ninguna República que defender y ningún Padawan al que enseñar. Estaban él y estaba ella, y eran suficientes.