1. Emus Maximus

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—¿Escuchaste sobre la última hija de los Marsh? ¿Danielle?

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—¿Escuchaste sobre la última hija de los Marsh? ¿Danielle?

—Jay, obviamente que lo escuché, ¿Crees que vivo en una cueva?

—Ohhh, Jungwon, siempre tan mala onda. Pero, enserio, esa Daniella me trae fascinado.

—No eres el único.

—Digo, una linda y adorable omega, que además, es una cambiaformas, ¿No es la cosa más linda y especial que has escuchado?

—A ver si mueves tu culo de la máquina, estúpido.

Ambos jóvenes miraron a la muchacha alta, el flequillo de su pelo negro tapaba parcialmente sus ojos.

Los dos chicos hicieron una mueca de confusión, no habían sentido un mínimo olor de la presencia de aquella chica.

Jay rodó los ojos, separándose de la máquina expendedora donde estaba apoyado, tomando la mano de Jungwon, los dos betas se fueron, caminando apresuradamente por el pasillo del edificio de la universidad.

Minji por fin pudo pedir su gaseosa a la máquina, disfrutando el silencio que había provocado la ausencia de los dos chicos.

En verdad, ella había escuchado acerca de ese caso tan especial llamado Danielle Marsh; siendo una joven omega, ya era bastante especial, pero no fue conocida hasta hacía unos días, cuando el mundo se enteró que la chica de diecisiete años era una cambiaformas; pasando de ser una muchacha enana a una loba blanca.

Por muchos años, se creían a los cambiaformas como un mito, algo propio de las películas de Hollywood.

Claro que Minji tenía tanto interés en ese tema cómo lo que le importaba hablarle bien al estúpido de Jay. Menos diez porciento, para ser más exactos.

Con su refresco en la mano, volvió a la biblioteca, lugar donde de dedicaba a hacer las únicas dos cosas que hacía en la universidad: estudiar o dormir. Aunque siempre tuvo la costumbre de termina haciendo la segunda cosa.

Dejando a sus pies la lata media vacía, se acostó en el sillón del fondo de la biblioteca.

La bibliotecaria era una joven alfa de poco más de dieciocho años que sabía de las siestas de Minji, pero no le molestaba en lo absoluto, por otro lado, despertaba a la chica sólo cuando un profesor o el mismo director entraba para corroborar el buen uso de la biblioteca; por esa razón, la pelinegra dormía con un libro entre las manos, así que cuando se despertara, solo fingirá leer.

—Buenas tardes —saludó Minji a la rubia tras el largo escritorio.

Ella podía considerar a la joven alfa como la persona que muás apreciaba de toda su universidad, y la única que elegiría como amiga si tuviera algún interés en hacer uno.

—Hola, Kim.

A pesar de que la chica sabía su nombre, Minji nunca se había molestado en fijarse el nombre de ella ni en la placa en su pecho o en la que descansaba sobre el escritorio.

𝖽𝖾𝗅𝗍𝖺 ♥︎!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora