4. Golden Girl

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La muchacha pelinegra se miraba en su reflejo, con un suspiro, cambió su rostro cansado a una expresión encantadora

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La muchacha pelinegra se miraba en su reflejo, con un suspiro, cambió su rostro cansado a una expresión encantadora.

Se suponía que le presentarían a Danielle Marsh, la omega del momento, ya que, contra todo pronóstico, luego de décadas sin que algo así ocurriera, la chica era una cambia formas, cosa que llamó la atención de todo el mundo.

La familia de la omega buscaba al mejor Alfa para su hija, del linaje más puro posible, con esperanza que, al tener hijos, estos nazcan con los mejores genes, incluido el propio don de transformarse en un adorable lobito a voluntad, tal como esa tal Danielle Marsh.

Y ella era una de las candidatas principales, familia de los magnates, heredera de una fortuna, hija única y perfecta, apodada la Golden Girl por todas sus cualidades.

Pero a Kang Haerin le importaba tres pepinos qué tan fabulosa pintaran a esa omega.

Porque esa desconocida no era quien ella quería para su compromiso.

Aún, con esfuerzo, se arregló con ropa elegante, se acomodó el pelo hasta quedar perfecta, y se colocó una sonrisa rompecorazones en el rostro.

Luego de la última mirada en el espejo, se volteó para salir de su amplio dormitorio.

Su sonrisa no duró mucho al ver a la chica pelivioleta, parada en el umbral de la puerta, la beta la miraba con súplica.

Había discutido con Hanni en cuanto se enteró que le presentarían a una omega, exigiendo que se revelara contra sus padres, ya que ella no quería ese arreglo.

Ya lo habían discutido muchas veces. Ya que ambas debían tener que mantener su relación en secreto.

La familia Kang no dejaría que su linaje se perdiera si la última descendiente elegía a una beta; su familia no funcionaba así, ellos eran Alfas y Omegas, no había lugar para algo cómo Hanni.

Para el mundo, ellas eran amigas; pero a solas ellas eran su propio mundo.

Y por esa razón el corazón de Hanni se destrozaba cada vez un poco más.

No había hablado desde hacía unos días, cuando la señora Kang había aparecido en la casa de su hija para darle la noticia de su compromiso.

Pero cada que se cruzaban, Hanni tenía esa misma expresión de "Por favor, no lo hagas" en el rostro.

—Por favor, no sigamos así —pidió la alfa, mirando a los ojos de la pelivioleta, aunque ella tenía la vista en el suelo.

Hanni no contestó, y Haerin se desesperó un poco, tomando el rostro de la beta.

—Mírame —exigió, pero no tuvo respuesta, sintió sus caninos siendo apretados y su voz salió de lo más profundo de su pecho. —Hanni, mírame.

La mayor reaccionó automáticamente con la voz de alfa de Haerin, la pelinegra sintió como un balde de agua fría caía sobre ella al ver los ojos de la Beta a punto de estallar en lágrimas.

𝖽𝖾𝗅𝗍𝖺 ♥︎!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora