5. Eres muy amarga

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Con ojos cansados, Minji se estiró bajo el montón de sábanas sobre su cuerpo, se irguió un poco para sentarse, pero unos brazos la rodearon por el torso y la volvieron a acostar sobre la cama

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Con ojos cansados, Minji se estiró bajo el montón de sábanas sobre su cuerpo, se irguió un poco para sentarse, pero unos brazos la rodearon por el torso y la volvieron a acostar sobre la cama.

La pelinegra abrió los ojos de golpe y corrió los brazos de quién sea que fuese y se levantó de donde se encontraba.

Al principio se sintió confundida y se preguntó quién era esa omega con aroma tan dulce que se frotaba el sueño de los ojos con un mohín adorable.

Luego recordó lo que había pasado la noche anterior y se sintió abrumada.

—Yo... ¿No estaba durmiendo en el suelo? —preguntó, aunque fue más para sí misma.

Danielle se acomodó en la cama para sentarse con la espalda contra la pared, y le dedicó una pequeña sonrisa.

—En la madrugada no podía dormir, te pedí que vengas a la cama conmigo —dijo, y el rubor en sus mejillas hizo que el rostro de Minji se sintiera caliente.

Sin decir nada, la mayor se frotó el rostro y salió del cuarto para ir a la cocina, para luego encender la luz antes de prepararse el desayuno.

No había terminado de hacer su café cuando Danielle la estaba mirando desde el umbral con ojos hambrientos.

Minji, al verla, lo primero que pensó fue en mandarla a la mierda y que no le prepararía el desayuno, tenía suficiente conque la chica se quedara en su casa y tenga que usar su ropa.

Pero al abrir la boca, las palabras que surgieron fueron totalmente diferentes.

—¿Qué quieres comer?

Danielle intentó reprimir una sonrisa.

—¿Te molestaría que hiciera mi desayuno yo misma?

Minji estuvo un poco sorprendida.

Tiempo atrás había estado en una relación con una omega, la cual era tan inútil y poco independiente, que la sacaba de quicio. Luego de eso creía que todos los omegas eran iguales, después de todo, su instinto era depender de un alfa.

—¿Podría? —la pregunta de Danielle hizo que reaccionara, moviendo la cabeza para despejarse.

—Sí, sí —dijo. —No rompas nada.

Minutos después, cuando Minji ya tenía su café y un paquete con algunas galletas, se sentó en la mesa para disfrutar de su típico desayuno.

Vio a Danielle cocinar algo que superaba sus habilidades culinarias, pero notó que usaba huevos y algo de queso. A parte, calentó leche, rebuscó un poco en la alacena antes de preguntar:

—¿No tienes chocolatada?

Minji rió un poco.

—Niña, gasto mi presupuesto en café, es lo único que me mantiene con vida. No gasto en chocolatada porque no me sirve.

𝖽𝖾𝗅𝗍𝖺 ♥︎!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora