11. Danielle Marsh, desaparecida.

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Al salir del baño, vestida con una remera gris oscura y unos pantalones negros bastante holgados, con los hombros algo mojados por lo húmedo de sus cabellos, Danielle fue hacia la cocina, viendo que Minji no estaba en el dormitorio

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Al salir del baño, vestida con una remera gris oscura y unos pantalones negros bastante holgados, con los hombros algo mojados por lo húmedo de sus cabellos, Danielle fue hacia la cocina, viendo que Minji no estaba en el dormitorio.


—¿Minji? —preguntó, viéndola de espaldas, sosteniéndose con fuerza de la encimera de la cocina.

—No tomaste los supresores —dijo.

Danielle no contestó, no sabía qué le estaba pasando a la pelinegra.

Minji giró un poco el rostro para mirarla de reojo.

—Danielle, ¿sabes que acabas de entrar en celo?

Ella se sorprendió un poco, se le había olvidado completamente el tema de su celo, al punto de ignorar el por ahora leve dolor en la parte baja de su abdomen, había estado muy ocupada sintiéndose mal emocionalmente como para pensar en eso.

—Tu olor me está volviendo loca, Danielle, ve a tomártelos —se notaba que estaba apretado sus dientes.

Danielle reaccionó y fue hasta el cuarto, donde, sobre el escritorio, descansaba la cajita con los supresores.

Decidió no volver a la cocina por agua, y en cambio fue al baño, haciendo un cuenco con la manos para tragar la pastilla.

Luego, con precaución, se asomó de nuevo en la cocina, entra vez, para ver a Minji preparar algo de comida.

Kim sintió el olor de Danielle de nuevo, volteando a verla.

—Ya los tomé —dijo, antes de que la otra lo preguntara.

—Supongo que tardará un rato en hacer efecto —respondió la mayor, con un suspiro —. Siéntate, que aún debes comer.

Le sirvió una generosa ración de arroz, y Danielle sabía que no la dejaría irse hasta terminarlo todo.

Un poco alejada, Minji intentaba distraerse del olor de la omega.

Antes, en el baño, cuando Danielle había salido de la bañera, Minji había visto demasiado bien su cuerpo, sumado a que su aroma dulce, de manzanas y caramelo, se había hecho más fuerte, aunque quizás era maximizando por el hecho de que el olor a tristeza de antes se había ido, dejando el dulzón.

Pero Minji no podía olvidar de unas ganas enormes que tuvo de besarla, y algo más.

Se preguntó si quizás, cuando decidió hacerle caso a su loba, se había dejado llevar bastante, doblegándose al punto de hasta llegar a bañar a Danielle, todo porque en su pecho sentía la necesidad de mimarla y cuidarla como no lo había hecho antes.

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