Capítulo 4. Acuerdos (parte 2)

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Tomamos un taxi hacia el hotel en el que se hospedaba. Yo iba muy pedo, pero aún así me sentía nervioso y arrepentido de aceptar. Ella estaba contenta, recargada en mi brazo mientras dibujaba cosas en él con sus dedos. Las cosquillas que sentía me estaban poniendo aún más intranquilo. Ni siquiera estábamos solos y ya quería salir huyendo de aquí.

No entendía porqué estaba tan incómodo, cuando estuvimos en San Diego me sentía muy calmado a su lado, hasta que empezó a coquetearme seriamente, fue ahí cuando me espanté. Ahora, estaba igual, tragué saliva al notar que habíamos llegado a nuestro destino. Pagué el taxi a pesar de que Ren se negaba a que lo hiciera. Al entrar al elevador tomó mi suetercito y me jaló hacia ella.

Comenzó a besarme suavemente, ambos teníamos el amargo sabor del alcohol que ingerimos durante la fiesta. No sabían a cereza como otros labios, unos muy dulces y suaves. La dueña de esos labios apareció en mi mente, sus besos encajaban perfectamente con los míos, mucho mejor que estos. Me separé poco a poco de ella. Esto estaba mal, no podía darle falsas ilusiones mientras yo pensaba en alguien más, sabía que la había cagado, en venir, en besarla y en seguirle sus coqueteos

Ella era muy guapa y no tenía porque estar perdiendo su tiempo conmigo. Pero era un poco cobarde para decírselo. Al llegar a su habitación no prendió las luces del cuarto, me tomó de la mano y quiso acercarme a su cama. Ahí continuó besándome, me quitó el suéter y quería quitarme la camiseta. La detuve para empezar mis patéticas excusas, hoy no pasaría nada entre nosotros. Pensaba impedirlo a toda costa.

—No creo que sea buena idea ir tan rápido —mi voz sonaba desesperada. Ella me miró enarcando una ceja.

—¿Otra vez? Dime la verdad Osvaldo, no sé qué te hace pensar que soy una persona que no va a entender un no por respuesta —ella fue más directa que yo. Nos sentamos en la cama y tomé sus manos.

—Lo siento, es que yo no sé cómo rechazar a las personas —le expliqué muy avergonzado—, eres muy linda y me encanta gustarte...

—Pero no quieres nada conmigo —me interrumpió y soltó mis manos. Negué solo con la cabeza agachada—. Pues dímelo claramente Osvaldo, ¡no estuvo bien que me dejaras pensar que tenía alguna oportunidad contigo! —estaba molesta.

—Disculpame, te digo, no sabía cómo hacerlo... yo me sentía atraído a tí... —hasta que llegó la enana y se me metió en la cabeza, eso no podía decírselo.

—Hay alguien más... lo sé, me dí cuenta en San Diego —la miré sorprendido.

—Creo... —resoplé rendido.

—Eso ya no es asunto mío, así que por favor vete, soy buena persona, pero no tanto —se levantó y se metió al baño azotando la puerta.

Era obvio que estaba muy enojada, pero esto era lo mejor, yo no podía corresponderle y no era justo que siguieramos con el juego que tuvimos estos días. Eran casi las seis de la mañana cuando salí del hotel, estaba muy cansado y hambriento. Pedí un Uber para irme a mi casa, no tenía apuro, sabía que al llegar Aldo me atacaría con toda clase de preguntas, sobre todo porque regresé mucho antes de lo que se esperaría.

Al entrar, él todavía no estaba en casa, lo que me tranquilizó un poco. Calenté un burrito que tenía en mi refri y me lo comí con mucha prisa. Cuando acabé de lavarme los dientes y bañarme, me puse un pants y me aventé a la cama, eran casi las ocho y este cabrón aún no llegaba. Ahí hubiera andado echando desmadre con ellos si no les hubiera hecho caso, pero bueno, ya ni llorar quedaba. Al poco tiempo, me quedé dormido.

En medio de mis ensoñaciones, ví a Samy sentada a un lado de mí, solo traía el vestido negro, ya sin la botarga de hot dog. Le gritó a Rocío y Aldo, avisándoles que yo estaba en la casa. Rocío venía super peda y Aldo cargaba una cara de fastidio. Al notar que ya estaba con los ojos abiertos habló:

Girasol  |  ElMariana x RiversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora