Capítulo 6. Festividades (parte 2)

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Miré el regalo que tenía en mis manos, se sentía acolchonado pero con un leve peso en el centro, como si tuviera algo en medio, deseaba atravesar el papel con mis ojos. Samy solo se burlaba de mi desesperación, pero así era yo, me cagaba la incertidumbre. La ví de reojo, echaba unas sonrisitas todavía, me dí cuenta que se había dado el tiempo para comprarme este obsequio, lo cual me tenía un poco conmovido.

Aunque en mi recámara también tenía algo que compulsivamente le había comprado ayer por la tarde, al menos no iba a quedar como un culero insensible. En cuánto llegamos a mi departamento quise correr a la sala y abrir el pequeño obsequio, iba a dar el primer paso pero Samy jaló mi hoodie, haciéndome retroceder de golpe hacia su cuerpo.

—¡Auch!— comenzó a sobar su cabeza, con mi peso hice que se estampara en la puerta.

—¡Hey! ¡¿Por qué hiciste eso?! ¡Por andar con tus mensadas ya te dí un chingazote!— giré para sobarla, estaba preocupado, el golpe había resonado con fuerza.

—¡Mamón! ¡Ay no mames!— su voz sonó entrecortada —¡A la verga!, ¡me reiniciaste el Windows, Osvaldo!— una lagrima brotó, pero comenzó a reírse estruendosamente, yo examinaba su cabeza lleno de nervios, me sentí muy mal de haberle pegado. Comenzó a reirse más fuerte.

—¡No mames enano! ¡ya te desconchinflé!— algo le había dañado pues no paraba de reírse, comenzó a ponerse roja, tenía las cejas fruncidas y estaba llorando, pero también estaba riendo estruendosamente.

—No Samy, ¿qué te hice?— sobé su cabeza energéticamente, tratando de sumir el pequeño chichón que se estaba formando atrás.

—¡Ay no mames!— jaló aire —¡méteme en arroz!— volvió a reirse.

—Samy, ya...— solté una risita mientras tomaba su carita entre mis manos y la sacudía suavemente para que reaccionara —por favor, perdóname wey— aunque su risa era contagiosa, la culpa de haberla estampado en la puerta con mi gran cuerpo era más grande.

—Me dio risa lo del Windows— dijo por fin, respirando hondo.

—¡Es que también tú! ¡Andabas de graciocita con tus mamadas!— la acusé con el dedo.

—Solo quería darte un beso— hizo un puchero —bueno... también quería joder un poco— soltó una risa grave, de esas que se echaba cuando hacía maldades.

—Pendeja y casi te mando al otro mundo por tus mamadas— le recriminé enojado —pues por menso, te vas a quedar sin tu beso— caminé hacia el sofá molesto.

—¡Mojón! ¡Ay ya! ¡No te enojes!— me rogó, siguiéndome.

—¡Hazte pa allá a la verga!— la alejé con mi brazo — ¡tú siéntate por allá!— le señalé el piso.

—¡Mojón! No te pongas así— seguía a mi lado agarrando mi mano —ya mejor abre tu regalo ¿Okey?—

—Mmm...— la oferta me pareció suficiente y la dejé sentarse a mí lado, volvió a reírse como chaneque y la fulminé con la mirada —¡Síguele eh, pendeja!— se calló de inmediato.

Por fin rasgué el papel que se interponía entre mi regalo y yo, una tela negra sobresalió, parecía una hoodie, en el centro había una cajita, o eso parecía. Desdoblé la tela con cuidado, y puse la caja negra a un lado de mí. Alcé la hoodie y mi cara expresó una enorme sonrisa. En el centro de la prenda estaba un estampado navideño, con renos blancos, pinos verdes, copos de nieve azules y unas rayas rojas, pero lo mejor era la foto del centro.

—No mames, un Hasbulla, me regalaste un enanito chiquito como tú— mi voz sonaba conmovida. Ella solo sonreía animada.

—Sé que te gusta ese señor, pero también ve la cajita— acaté su petición y puse mi valioso suéter sobre mis piernas, tomé la cajita, dentro había un set de anillos plateados y negros mate.

Girasol  |  ElMariana x RiversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora