Capitulo 8. Dí que sí (parte 2)

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—¿Y si bajo con mi trajecito?— hoy hice stream con un disfraz de cupido y sentí que ameritaba la ocasión de quedarme con él.

—¡¿Cómo vas a bajar con esa cosa?! Vente normal, pero trae algo cómodo para dormirte aquí— sonrió.

—¡Pervertida! ¿Quieres que me quede toda la noche contigo?— me abracé el cuerpo y solo me miró con cara de fuchi.

—Mejor no vengas...— me echó la peor cara que pudo.

—¡Ay, Samantha, no aguantas una pinche broma! ¡Eres bien amargada!— me indigné, falsamente, obvio.

—Bueno, traete tu trajecito ese— empezó a carcajearse —se te ve curioso— rió con más fuerza —pero también traete otra ropa, por favor—

—¡Bien!— froté mis manos contento —ahorita bajo—.

Colgué el Discord y comencé a apagar todo. Apenas había terminado directo y ví el desmadre que había dejado aquí: hartos globos, una pancarta gigante y mi plato de comida. Alcé todo y guardé lo que había que guardar. Fui a mi cuarto a buscar mis cosas, según Samy íbamos a cenar algo que ella haría, por lo que busqué mi pepto en el cajón de medicinas, por cualquier cosa.

Ya con todo listo, me bañé y me debatí entre llevarme la batita de cupido o dejarla. Al final decidí llevarla puesta, solo por el mame. Igual en mi bolsa cargaba con mi cambio de ropa. Bajé a su piso, estaba a punto de tocar cuando ví la puerta entreabierta, la chaneque a veces era muy descuidada pero esto era peligroso, me dio coraje, sin embargo, aproveché la situación.

Entré en silencio, la música alta me permitió cerrar la puerta sin que se percatara de mi presencia, me asomé y la ví en la barra. Estaba mirando su cagadero, tenía un refractario con comida quemada, parecía lasagna, la comida más sencilla de hornear y la había quemado. A lado del trastecito estaba una bolsa de Didi, seguro por eso la puerta estaba abierta.

—¡Chingada madre!... Bueno, ni modo— tiró la comida al basurero y llevó el traste al lavadero.

Dí pequeños pasos a sus espaldas, hasta que estaba cerca de agarrar su cintura.

—¡Hey! ¿Cómo estás?— grité.

—¡Ay! ¡Ay, Osvaldo!— brincó, se hizo bolita y bajó hasta el piso —¡No hagas eso! ¡Me vas a matar!— rio nerviosa.

—Jajaja por menso, dejaste la puerta abierta— me agaché también.

—¡¿En serio?! ¡No mames, loco!— giró para verme.

—¿Cómo crees que entré? Nomás estaba emparejada ¡No mames, Samantha! Imagínate, se te mete alguien y tu ¡ni en cuenta! No, no, no— la regañé.

—Pero no me debiste asustar así— hizo su puchero.

—Claro que sí, para que no lo vuelvas a hacer— me quejé y luego la abracé para que se calmara un poco, tenía el corazón agitado y los ojos llorosos del susto.

—¡Ja! Sí traes tu batita— se empezó a burlar de mí.

—Es por la fecha, me veo coqueto ¿No?— me meneé modelando mi ropa.

—Curioso...— hizo una mueca de disgusto.

—Pues a Humberto sí le gustó, ellos sí tienen buen gusto—

—Ajá...— dio palmaditas en mi hombro.

—¿Se te quemó la comida?— me burlé, era mi venganza.

—No, para nada— dijo con sarcasmo.

—Ja, todo pendejo— solté una carcajada.

—Pero...— abrió la bolsita —compré tacos y...— hurgó un poco más y sacó una cajita y comenzó a abrirla —un elote preparado, como el de tu película— sonrió contenta. Me percaté que se había maquillado un poco, se miraba muy bonita con el delgado delineado de sus ojos.

Girasol  |  ElMariana x RiversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora