Cosa de chicas pesadas y malinterpretadoras seriales

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El colegio de Elena no tenía cafetería o comedor.

De modo que, cuando la campana anunciaba la hora del almuerzo, todos corrían al quiosco para comprar las cosas ricas primero y luego se distribuían por el patio para comer. Y ahí estaba Elena, almorzando un insulso emparedado mientras observaba con abulia el improvisado partido que los chicos jugaban en el centro del campo.

«¿Nunca se cansan?», se preguntó.

Siempre era lo mismo, en cada receso jugaban a la pelota. Aunque supuso que sería equivalente a que le preguntaran si ella nunca se cansaba de escribir. La respuesta sería un rotundo y mayúsculo «NO».

Sacó el móvil dispuesta a continuar escribiendo.Ver el improvisado partido le había dado una nueva idea.

Estaba sola, sentada en un sector apartado contra una de las paredes del colegio. Lo cierto es que no conversaba mucho con otras chicas, solo lo justo y necesario, y en ese momento le apetecía la soledad.

Llevaba toda la mañana luchando consigo misma para evitar a su nuevo compañero de clase, cosa que en palabras parecía simple, pero que resultó ser más difícil de lo previsto.

Desde que sus miradas se habían cruzado durante el receso de la primera hora, a Elena le había costado una barbaridad no volver a buscar aquellos ojos verdes. Más de una vez, cuando se distraía lo suficiente, su mirada vagaba hacia el muchacho como si la atrajera de forma natural. Detestaba caer en aquel lugar común tan popular de las novelas románticas, pero debía admitir que era la descripción más adecuada: su mirada se veía atraída como un imán hacia Alex, a la espera de comprobar si el muchacho también la observaba.

Soltó el móvil y se cubrió el rostro con ambas manos, avergonzada. Debía parecer tan estúpida, obsesionándose con un chico solo porque este la había mirado dos veces. Pero no lo podía resistir, de verdad resultaba más complicado de lo que una suponía. Y agotador. Luchar contra el impulso y estar continuamente alerta para no actuar de forma involuntaria le arrebataba toda la energía, ¡y eso que el día apenas iba por la mitad!

«Te juzgué muy duro», pensó con la vista clavada en aquel cuadrado naranja en la pantalla del móvil donde la «W» perteneciente a Wattpad se destacaba. Más precisamente, se lo decía a la otra Elena, esa que inventó con aires de suficiencia y hambre de reconocimiento. Si esa Elena fuera real, sin duda estaría dedicándole una sonrisa burlona en ese preciso instante, una sonrisa que parecería decir: «¿Ahora lo ves?»

—¡Te juro que te miraba! —exclamó una voz.

Oyó pasos que se aproximaban a la esquina donde se refugiaba, no obstante, las personas se detuvieron antes de doblar y descubrirla ahí, por lo tanto, Elena pudo oír todo lo que decían. Reconoció la voz de Analisa, una de sus compañeras de clase, y si la susodicha estaba ahí, eso solo podía significar que la acompañaba...

La historia más tonta de WattpadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora