Primeras lecturas, comentarios y mensajes

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—... entonces me dijo «no puedes leer y escribir todo el tiempo». —Elena imitó las palabras de Valeria con un tono agudo y exagerado.

En realidad, no recordaba las palabras exactas de la chica, pero sabía que eran algo similar a eso y, como a toda joven ofendida, le traía sin cuidado parafrasear erróneamente. Sabrina abrió la boca como una «o» incrédula, ofreciendo gesto de aliento pese a que sus ojos no se apartaban del televisor.

—¿Y qué le dijiste? —preguntó su hermana.

—Que no debería opinar porque ni siquiera sabe leer.

—Meh, una respuesta muy floja.

—¡En el momento se oyó mejor!

Sabrina dio un sorbo a la taza de té que sostenía con ambas manos, pendiente de la serie dramática donde por algún motivo los personajes discutían y lloraban. Ocupaba todo el sillón, así que Elena se había contentado con sentarse en el apoyabrazos del mueble. No planeaba quedarse mucho rato, de todos modos.

—¿De qué forma eso puede oírse bien? —rebatió Sabrina, mirándola como si fuera idiota—. ¡Es patético!

Elena bufó.

—Oh, de acuerdo. ¿Tú qué hubieras hecho?

—Le hubiera arrancado todos los mechones teñidos de la cabeza —respondió sucinta, luego suspiró—. Ah, es lo único que extraño del colegio.

—A diferencia tuya, no soy una violenta inútil. Con razón te la pasas viendo estas porquerías en lugar de ir a la universidad. —Sabrina le pateó la cadera, derribándola del asiento—. ¡Auch! ¡Idiota!

Su hermana amagó con incorporarse y Elena, que aún no tenía las agallas para enfrentar físicamente a Sabrina, echó a correr hacia su habitación. Oyó la risa burlona a su espalda, en respuesta,  elevó el dedo medio por encima del hombro sin molestarse en comprobar si la otra lo había visto.

Se encerró en el cuarto y tomó asiento frente a la computadora, pensando en escribir. Naturalmente, se distrajo con una seguidilla de videos cortos pero divertidos que acapararon su atención durante una hora. Cuando se percató del tiempo perdido, cerró con prisa las páginas y abrió la carpeta donde guardaba los documentos de sus historias. Observó con culpa aquella que había dejado inconclusa, esa en la que había trabajado durante un año y que llevaba meses promocionando en todas las páginas posibles.

«Pero a nadie le interesa leerla», recordó.

Para darse ánimos, entró en la plataforma de Wattpad y comprobó las estadísticas de su más reciente creación. No eran números elevados, para nada, pero eran visiblemente mejores que los de la primera historia. Para empezar, en solo tres capítulos ya había recibido comentarios. ¡Comentarios! ¡En Wattpad! Era una proeza si no pertenecías al círculo de autores reconocidos o no realizabas intercambios de lectura.

La historia más tonta de WattpadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora