Capítulo 4

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Andreas estaba teniendo un una mañana ajetreada, había llegado a su oficina a las seis de la mañana para ponerse al corriente con los pendientes y su secretaria ya tenía una pequeña montaña de papeles para firmar.

Aunque si algo había aprendido era a poner atención a las cosas por muy apresurado que estuviera y leyó con detenimiento cada uno de los contratos, aprobó los que cumplían los requisitos que siempre pedía y rechazó algunos otros.

Para el medio día su asistente, quien había que decir, era una chica muy atractiva y que desde que inició a trabajar en la empresa de Andreas le había coqueteando "discretamente", fué por los papeles ya firmados y los rechazados los verificó informándole a los responsables los desacuerdos que en él se presentaban.

La única razón por la que Andreas no había despedido a la chica era por qué en el trabajo sabía lo que hacía, cumplía al pie de la letra sus órdenes y era muy rápida para aprender.

Ya entrada la tarde Andreas tomó su chaqueta del perchero y salió con rumbo al hospital dándole un asentimiento de cabeza a su asistente a modo de despedida.

Estando en el ascensor llamó de nuevo a sus hermanos pero ellos seguían sin responder sus llamadas, la situación lo estaba cansando.

Para cuándo llegó al hospital Andreas estaba practicando respiraciones pausadas para calmarse y actuar normal frente a su padre, no quería preocupar al señor Black.

Casi llegando a la habitación de su padre vio a una joven de bata blanca salir de ahí.

-Buenas tardes señorita, ¿cómo se encuentra él?.- Los nervios se filtraban en la voz de Andreas y ajustó su corbata una vez más.

-Ha respondido muy bien a los medicamentos y está recuperándose de forma exelente.- Contestó ella con una sonrisa amable y con una pequeña asentimiento siguió su camino por el pasillo.

Andreas sonrió con un poco de tensión liberándose de sus hombros y entró a la habitación de su padre.

El señor Black se encontraba recostado en su cama viendo el canal de noticias en la pantalla del televisor del frente.

-Papá, ¿qué haces viendo eso?.- Preguntó Andreas tomando el mando a distancia.

-Buenas tardes papá, así se dice niño malcriado, ¿Acaso no te eduqué bien?.- Respondió el señor Black cruzándose de brazos enfurruñado.

-Buenas tardes papá.- Replicó Andreas con una sonrisa viendo que el señor Black no había perdido su humor, no parecía estar tan mal después de todo.

Pasaron la tarde poniéndose al corriente entre risas y bromas por parte de ambos, su relación siempre había sido de esa manera desde que Andreas era un pequeño.

Un tiempo más tarde la señora Black llegó con un semblante algo enojado pero que disimuló por el bien de su marido, a quien no pudo despistar fué a Andreas y una vez que el señor Black se hubo dormido ambos tomaron asiento en uno de los sofás que habían dentro de la habitación. Comodidades que tenía al ser un hospital privado y tener una de las mejores habitaciones.

-¿Qué pasa mamá?, te he notado algo molesta desde que llegaste, ¿se trata de mis hermanos?-. Interrogó Andreas al saber que ellos simplemente no habían dado el brazo a torcer desde el día anterior.

-Ojalá no fueras tan perceptivo hijo y sí, ninguno de esos mocosos se ha dignado a contestarme las llamadas o al menos los mensajes, pareciera que tuvieran esos malditos celulares de adorno.

-Tranquila mamá, seguro que en unos días recapacitan, yo también he intentado ponerme en contacto con ellos pero no ha dado resultado entonces... Iré a buscarlos hasta donde haga falta.

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