Capítulo 5.

1.8K 142 30
                                    

—Imagino que tienes una buena razón para despertarme tan temprano —dije adormilado y rabioso por el sueño robado por mí amigo.

—¡Sí que la tengo! ¡Es Martes y tienes que llegar a todas las clases! —respondió Georg recordándome mis deberes.

—¡Ya estaba despierto! —mentí.

—Sí, lo que tú digas, Tom —dijo Georg. Lo escuché subirse a su auto.— Recuerda que tenemos clase con la Sra. D, así que saca tu culo de la cama y muévete. Tienes exactamente 20 min. Pasaré por tu casa, más vale que te vea sobre tu moto con unas enormes gafas negras para que tapes la resaca que debes tener y dirigiéndote hacia la institución a la que tú, con tanto cariño, llamas el purgatorio en la tierra.

—Prácticamente ya estoy en la moto —respondí huraño.

—Por lo menos péinate y arréglate un poco —dijo como si le hablará a un niño. Sonreí por lo bajo.

—Me urge acostumbrarme a estas horas de entrada —respondí mientras sacaba ropa del armario y entraba al baño.— Por cierto, Georg...

—¿Sí? —respondió él.

—Gracias.

—No es nada, hermano.

Corte el teléfono y terminé de vestirme. Salí del baño y entré en la cocina para tomarme rápidamente un café. Reí por lo bajo al pensar que Georg ahora debía estar intentando despertar a Gustav.

Terminé el café y tomé mis cosas. Salí de la casa y me acerqué a mi linda moto. La única mujer que nunca me reprochaba nada.

A lo lejos vi el auto de Georg y sin seguir dando vueltas prendí mi moto y seguí su auto hacia la institución. Pronto llegamos.

—Georg, ¿Acaso nunca te cansas de ser tan responsable? —preguntó Gustav recargándose en el coche de Georg en el lugar habitual donde nos reuníamos antes de entrar a clases, con una nota de admiración hacia su amigo.

De alguna forma había logrado que se levantara de la cama para llegar temprano y además había ido a una cafetería y había traído cafés para los tres.

El aludido solo se encogió de hombros.

—Solamente trato de asegurarme de que mis futuros socios no sean unos completos y verdaderos inútiles —dijo quitándole importancia y mirando distraídamente hacia otro lado para evitar las miradas de gratitud de nosotros.

—De todos modos un día de estos te lo retribuiremos —dije mientras sorbía un poco de café y miraba hacia otro lugar al igual que Georg en un intento por que la situación no se volviese más sentimental de lo que ya estaba.

—¡Eso es un hecho! —afirmó Gustav mientras le daba un golpecito afectuoso a Georg. Ciertamente Gustav era el más afectuoso de los tres, Georg el responsable... y eso me deja a mí el lugar de... Soy el patán del grupo. Esa conclusión me hizo sonreír

—¿Ves? ¡Hasta Tom está sonriendo! Somos tan afortunados al tenerte Georg —se burló y le dio otro golpecito esta vez uno más fuerte provocando que Georg derramara un poco de su café.

—¡Genial! ¡Está hirviendo, Gustav! —exclamó cambiando la taza de mano y secándose la otra en la ropa de Gustav.

—Lo siento —dijo resignado a que valía más dejar que se secara en él.

—Mira quien viene ahí —dijo Georg mientras prendía un cigarrillo y hacia que Gustav sostuviera su café.— ¿No fumas hoy? —me preguntó sorprendido.

—Esta mañana me es más urgente tomarme este café para despabilarme un poco —respondí.

En ese momento el auto al que había llamado mi atención estacionó al lado de mi moto, justo enfrente de donde estábamos nosotros reunidos.

Peligrosa obsesión | tom kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora