Capítulo 8.

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Reí divertido cuando frenamos frente a su casa. Ella soltó rápidamente las manijas haciendo que yo me alejara de ella y se bajó.

—¿Cómo lo sentiste? —pregunté.

—Tuve miedo —aseguró. Le mostré una leve sonrisa—, pero... fue divertido.

—Te lo digo, pronto serás una motoquera profesional.

—Olvídalo —dijo y comenzó a caminar.

Me bajé de la moto y esperé a que ella me invitara a pasar. Vi como detenía su paso y giraba lentamente a verme.

—¿Qué? —pregunté alzando una de mis cejas.

—Si quieres puedes pasar —dijo no muy convencida del todo.

—Ya que insistes —me acerqué hasta ella a paso lento.

Revoleó los ojos y buscó las llaves dentro de su cartera, ambos nos acercamos a la puerta y abrió está de inmediato. Era un lindo edificio. Siguió caminando hasta uno de los ascensores, apretó un botón y llevo su mirada hacía mi.

—Por favor, cuando entremos evita tocar cualquier cosa que llegue a llamar tu atención —advirtió señalandome.

—¿Hay cosas que puedan llamar mi atención? —pregunté ahora sintiendo como la curiosidad se hacía presente.

—No lo sé, no conozco lo que hay dentro de tu mente. Pero creo que... sí.

El ascensor llegó y abrió la puerta para que entráramos, marcó el piso seis y la caja de metal comenzó a subir. Me dediqué a mirarla fijamente, logrando que se pusiera nerviosa. Luego de un rato el ascensor se detuvo y bajamos. Había una sola puerta en ese piso.

—¿Un solo departamento por piso? —pregunté.

—Exacto — respondió y se acercó a la puerta.

Abrió y entró, sonriendo levemente entré detrás de ella. Un particular olor a limón y flores fue lo primero que percibí, hice un recorrido con la mirada del lugar. Más que un departamento era como un loft, todo estaba a la vista. Ella tiró su bolso en uno de los sillones y se acercó a la mesa que estaba allí para comenzar a hurgar entre los papeles.

—Puedes sentarte si quieres —dijo sin dejar de buscar.

Seguí mirando, todo estaba estrictamente ordenado, excepto por los papeles que ella buscaba. Me acerqué a la cocina y abrí el refrigerador. Frutas y más frutas. Me agaché para abrir uno de los cajones y seguía habiendo frutas.

—Oye ¿no tienes algo... que no sea fruta para comer?

Levantó la cabeza y me miró.

—Fruta o tienes pan de salvado.

—Carne —sentencié. Negó con la cabeza.

—No como carne.

—¿Cómo que no comes carne? —pregunté tomando una manzana para luego cerrar el refrigerador.

—Hace dos años comencé con esto, estoy tratando de eliminar de mi vida todas las comidas provenientes de algún animal. Aún no lo consigo del todo. Pero es bueno saber que hace dos años que no como un trozo de carne o cerdo.

—¿Ni leche?

—Ni leche —dijo orgullosa de ella misma.

—¿Y que demonios comes?

—Por ahora, me mantengo muy bien comiendo todo tipo de frutas y verduras. Mi madre me obliga a comer una vez por semana pollo, pero pronto lo eliminaré de mi vida también.

Peligrosa obsesión | tom kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora