Capítulo 41.

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Todo el enojo que se había acumulado en mí, se había evaporado como por arte de magia al escuchar sus palabras.

—¿Escuchaste todo, verdad? —le pregunté. Ella apretó sus labios.

—Perdón... perdón yo no quería escuchar. Lo único que quería era escucharte tocar otra vez —se disculpó. Sonreí y acomodé un mechón de su cabello.

—Prometo que voy a hacer un concierto para ti sola —dije acariciando suavemente su mejilla.

Entonces se acercó a mí y me abrazó. Aquel extraño gesto mandó un escalofrío por todo mi cuerpo. Me quedé inmóvil, pensando en que hacer. Reaccionando, mis brazos se levantaron y la envolvieron.

Atiné a esconder mi rostro en su cuello y acercarla más a mí. Era tan extraña la sensación volátil y tonta que me invadía. Su perfume era tan delicioso y adictivo. Con sutileza froté mis labios contra su piel.

—Suéltame, Marjorie... sino no podré dejarte ir —susurré contra su cuello.

—No me dejes, llévame contigo —dijo debilmente. La acerqué más a mí.

—No puedo, cariño, voy a la oficina de mi padre —ella se alejó despacio.

—Te acompaño... luego podemos ir a tomar un helado o por ahí, donde sea.

La miré bien y sonreí.

—¿Es una cita? —pregunté alzando una ceja.

—¿Por qué no?

—¿Estás aceptando que me estás invitando a salir? —dije sin poder creerlo— Pellizcame.

Rió por lo bajo.

—Pero si no quieres... me voy a casa.

—No, claro que no. Ahora no me vengas con excusas.

—Entonces, vamos —dijo y comenzó a caminar. No pude moverme, me quedé quieto mirándola. Se detuvo y se giró a verme.

—¿Qué sucede? —preguntó al verme aún en mi lugar.

—Que realmente eres hermosa —dije bobamente. Sus mejillas tomaron un color carmesí.

—Vamos, se hace tarde —dijo esquivando mi mirada.

Caminé hasta ella, tome su mentón y la miré fijo a los ojos.

—Tienes algo en los labios —dije. Frunció el ceño y llevó las manos a su boca.

—¿Dónde? —preguntó y bajó la mirada intentando verse a si misma. Sonreí.

Con su mirada distraída me acerqué más a ella y quité su mano de mi camino para rozar sus labios. Su boca soltó un leve suspiro. Besándola suavemente di un paso hacia ella, haciendo que nuestros cuerpos quedaran más cerca. Con cuidado mordí su labio inferior, para luego alejarme despacio.

—No sabes lo mucho que me gusta besarte, Marjorie —confesé aun cerca.

Ella se alejó un poco más y me miró a los ojos. Mordió sus labios y se volvió a sonrojar.

—Vamos, ¿quieres? —sonrió nerviosa. Solté una risa asintiendo con la cabeza.

Salimos de allí y caminamos hasta el estacionamiento. Miré a mí alrededor buscando su auto, pero no estaba.

—¿En que viniste? —le pregunté.

—Caminando —respondió simplemente.

—Perfecto —aseguré— Así podré llevarte conmigo... bien cerca.

Peligrosa obsesión | tom kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora