Ese día no hice nada, sencillamente nada salvo dormir unas horas más de lo normal.Al fin y al cabo que se puede hacer?, nada.
Después de la revolución el Capitolio castigó a los distritos creando los juegos, una sangrienta competición a la que hoy serían invitados veinticuatro jóvenes del país, dos por distrito, uno de cada género.Así se decretó.
Aunque hubiera podido dormir un poco más el llanto de mi pequeña hermana me despierta, bueno, nunca me enfadaría por eso, es un bebé.
Pensar en la mano de la mujer del Capitolio cuyo nombre desconozco que nos lleva al matadero es lo que me recuerda que día es hoy, el día de la cosecha, la primera de mi hermana, aunque no hay peligro por ella porque sólo participan los jóvenes de entre doce y dieciocho años.
La mano de esa mujer extraería, y en efecto así lo hizo dos nombre, entre ellos talvez el de algún conocido o amigo, es el precio de la revolución. Así recordamos que todos perdimos, aunque ahora se que unos más que otros.
Mucha gente piensa que no todos pierden, que hay un vencedor, y que el junto a su familia tiene una mejor vida después de ganar. Pero por lo que se no es así, detrás de esa máscara de felicidad que el Capitolio les hace tener son en general personas destruidas, casi muertas. Alcohólicos, drogadictos, almas en pena que se pasean pie nuestras calles, ellos también mueren en los juegos, todos .Ir a los juegos es una sentencia de muerte, aunque no lo supiera. Aunque no lo haya sabido a tiempo.
Decido tomar una ducha y así lo hago, hasta que el agua caliente se gasta, no era perfecto del todo, vale. Pero es normal, al igual que todo se acaba.Después me visto y bajo al comedor, que también es el salón principal.
Mantuve una entretenida conversación con mis padres mientras comía hasta que me preguntaron si estaba nervioso. Yo les contesté la verdad, no había posibilidad de que una de las seis papeletas de entre varios miles fuese elegido, casi no la había. Cierto?