Capítulo IV: Adoptando a mi ex-enemigo.

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Harry se encontraba flotando sobre las aguas del lago que estaba a unos metros de su casa, con su nuevo traje de baño favorito, uno que había confeccionado él mismo, azul con tomates danzando sobre tablas de surf, habiendo sido fuertemente inspirado por la alocada moda de Dumbledore. Su nueva lechuza, Nova, se remojaba las plumas cerca de la orilla, donde el agua era menos profunda y podía chapotear sin la preocupación de ahogarse.

Con el agua aislando sus oídos de los ruidos de la naturaleza, reflexionó sobre lo emocionante que se había vuelto su vida en el pasado, ya que sin sus antiguos amigos para supervisarlo, en estos seis años se había dedicado a crear sin parar, principalmente juguetes mágicos porque era su única fuente de ingresos estable, pero también se dedicaba a investigar algo que le había llamado la atención desde que terminó la guerra: la nigromancia. Antes no podría experimentar lo suficiente, siempre llegaría alguien a interrumpirlo y ponerlo en el buen camino de nuevo, pero ahora que gozaba de total libertad, se dedicó a hacer pequeños experimentos en la seguridad de su casa aislada, gozando de algunos éxitos y otros fracasos contundentes.

Sin embargo, él sabía que no era sano pasar todo el día solo y, a pesar de que Nova era una lechuza más inteligente de lo normal, todavía no era capaz de proporcionarle la tan necesaria charla humana, algo que era necesario para no volverse completamente loco, así que se había vuelto amigo del cantinero Patrick y Rosemarie, la chica de la inmobiliaria, las únicas personas con las que pasaba el rato de manera habitual, ya que al vivir en mundos con exigencias diferentes, solo podía verse en algunas fiestas con Henry, mayormente en cumpleaños y fiestas de Año Nuevo.

— ¿Ya has terminado tu baño, señorita? — dijo pataleando hasta llegar a la orilla, donde el animal asintió de forma enérgica, extendiendo su pata en señal de que quería que la cargasen. — Espera, aún falta secarnos para no parecer ratas de alcantarilla.

Agarró su varita de la tierra y la agitó lanzando el encantamiento de aire caliente sobre ella, riéndose de sus gritos complacidos, luego salió del agua y se lo lanzó sobre sí mismo, al terminar, la lechuza voló hacia su cabeza donde enganchó sus garras a su cabello alborotado. Caminó en dirección a la casa, aun en su traje de baño, sin preocuparle porque los únicos que podrían verlo semidesnudo eran los animales, ya a este punto acostumbrados a su presencia por los alrededores.

— Voy a salir con unos amigos, Nova. — comunicó mientras la dejaba en el asiento del ventanal de la sala, apresurándose hacia su habitación porque ya era tarde y él no estaba listo aún. Aprovechando el clima, se colocó su abrigo verde y sus botas de cuero hasta la rodilla, peinándose el cabello con fastidio para que se viera más decente, luego volvió a bajar a la sala con una maleta hecha de cartón en mano, donde se despidió del animal, dándole de comer una lagartija mientras acariciaba sus plumas. — Puedes salir a cazar si quieres, pero no te alejes mucho, ¿sí?

Nova asintió entendiendo perfectamente lo que le pedía y él estuvo agradecido de que fuera tan inteligente, a diferencia de Errol, la lechuza torpe de la familia Weasley, al que las tareas más fáciles parecían costarle trabajo. Salió de la casa luego de cerrar con llave y lanzar algunos hechizos de seguridad, entonces se alejó un poco y lanzó un Lumos para invocar al autobús noctámbulo, al instante, el vehículo morado apareció frente a él, con sus tres pisos haciendo sombra en su persona.

— Bienvenido al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para el brujo o mago extraviado. Mi nombre es Brandon Newman, estoy a tu completa disposición este día. — dijo un hombre pálido y larguirucho, atravesando la puerta para subir su maleta de viaje sin preguntarle nada más. — Guau, esto es muy liviano, qué suerte. Por cierto, el boleto cuesta...

— Sí, sí, no quiero más monólogos, tome. — Harry pagó el boleto y dio la dirección, corriendo a sentarse en las sillas esparcidas en el primer piso, saludando a una anciana que tejía tranquilamente en una de ellas. Aprovechó para agarrarse a una barra de metal cercana, justo cuando el conductor arrancó a las prisas, todas las sillas se movieron como si estuvieran flotando sobre olas del mar embravecido, agradeció no tener náuseas.

«Verde y rojo, los colores de la muerte» | Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora