Pasaron dos semanas desde la adopción, ahora, ambos magos se encontraban sentados en una mesa en el jardín de la casa, disfrutando de la agradable tarde soleada con un juego de té para niñas, junto a un plato lleno de galletas caseras.
— ¿Quiere más té, mi estimado Sr. Thomas? — preguntó Harry alzando la tetera, viéndose, supuestamente, muy elegante, con su sombrero de copa alta, su traje para reuniones y un mostacho falso de abundante cabello pegado encima de sus labios.
— Esto es estúpido... — murmuró el niño que, en un principio, había estado muy agradecido ante la idea de tener un traje nuevo para salir, pero ahora desearía que no le hubieran comprado nada porque odiaba estar afuera, donde las mariposas y las aves venían a robar las galletas de piedra. — Harry, no soy una niña.
— Lo he notado, querido. — dijo dirigiendo la tetera redonda hacia la taza de su lechuza. — Mi querida señora, ¿gusta un poco más de té?
El ave ululó de acuerdo, asintiendo con su sombrero de ala ancha rosado, viéndose coqueta y distinguida con el rubor que su dueño le había colocado en sus emplumadas mejillas.
— Jo, jo, jo. Adoro los tés de la tarde, ¿ustedes, no? — el hombre emuló lo que creía una risa fina, mientras acariciaba su mostacho y bebía un poco del té de jazmín.
— ¿Ya me puedo ir? Esto es insufrible. — miró las tacitas rosadas con odio, queriendo hacerlas pedazos entre sus pequeñas manos malvadas. No entendía por qué su tutor tenía que ser tan... peculiar. Comenzaba a pensar que así no era cómo se comportaban los magos, sino solo él.
— Caballero Thomas, no se irá hasta que tome su té y coma una de las galletas. — el niño miró con desagrado el plato que le extendían, aun así tomó una e hizo el intento de morderla, pero fue inútil porque ni una sola migaja salió de ese trozo de ladrillo.
— ¡Harry, quiero irme a leer! — exclamó molesto, tirando la galleta a uno de los pajaritos que revoloteaban alrededor, la pobre criatura chilló de dolor, cayendo sobre el regazo del otro hombre.
— Ya le he dicho que mi nombre es Sr. Harrison IV, estimado. — corrigió acariciando al ave caída, antes de servirle más té y agarrar el tazón que contenía cubos de azúcar. — ¿Un terrón o dos?
— No voy a tomar esta porquería, ¿qué le echaste? Parece la bebida de un vampiro. — dijo viendo la taza humeante que desprendía un olor extraño, además, su color rojizo era demasiado sospechoso.
— Bueno, sí, tuve un pequeño accidente en la cocina. Se me cayó un frasco desconocido en la olla, ¿puedes culparme por ello? — explicó saliéndose del personaje un segundo, para después retomarlo con una risa alegre, tomando la jarra de leche. — Jo, jo, jo, ¿quiere usted leche?
— Lo que quiero es irme. — se cruzó de brazos fastidiado por el tiempo desperdiciado, viendo cómo la lechuza bebía su té y comía de las galletas como si fueran mantequilla.
— Basta, Tom. Estás arruinando el buen ambiente.
— Entonces, ¡déjame ir! — Harry se sintió muy ofendido de que le hablaran en ese tono en medio de su fiesta del té, así que colocó su taza sobre la mesa lentamente, fulminando con la mirada al niño.
— Estás castigado, ahora no vas a leer nada por dos días enteros. — Tom gruñó molesto, quitándole el sombrero a la señora Nova de un manotazo, para después retirarse con pasos fuertes. — ¡Tom! ¡Es todo, estás castigado por una semana!
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En su segundo mes, estaban caminando hacia el lago, con Harry llevando una cesta repleta de cosas para llevar a cabo un pícnic, aprovechando el buen clima. Nova iba en su cabeza, cantando de manera alegre, mientras Tom iba enfurruñado por tener que salir a convivir con la naturaleza, de nuevo, cuando podría estar aprendiendo más sobre el mundo mágico.
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«Verde y rojo, los colores de la muerte» | Harry Potter
FanfictionHarry Potter se ha convertido en lo que nadie espera: un científico loco. Viviendo su día a día con la razón nublada por los humos tóxicos de sus invenciones, ignora por completo los eventos sobrenaturales que ocurren en su casa que podrían haberle...