Capítulo III: Diciembre de 1926.

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A la mañana siguiente, habiendo pedido fiada una habitación en el Caldero, Harry se despertó sintiendo que había descansado mejor que nunca. Vistiéndose, no tardó mucho en bajar, mirando con tristeza los platos de desayuno en las mesas, sabiendo que no debería abusar de la amabilidad del cantinero pidiendo más comida, así que se apresuró a cruzar el portal junto a dos ancianas que discutían el precio de los ojos de cucaracha.

Caminando por las transitadas calles notó que el callejón se veía más colorido y con más negocios abiertos, de hecho, el Callejón Diagon parecía más extenso de lo que recordaba, se preguntó si la primera guerra había causado tantas desapariciones, pero encogiéndose de hombros mentalmente, ingresó al Banco Gringotts pensando en los viejos tiempos, aquellos donde invadió el banco con sus amigos y escaparon sobre un dragón.

— Que tus días sean desgraciados, pero no tanto como el de tus enemigos. — dijo a modo de saludo al primer duende libre que encontró, quien le dio una mirada de extrañeza, pero él no le tomó mucha importancia porque, en su cabeza, así era como se les debía a hablar a estas criaturas considerando lo sanguinarios que eran.

— ... ¿Viene a sacar dinero de su bóveda, supongo?

— ¿Uh? — preguntó extrañado. — No, ¿por qué crees eso, desagradable amigo?

— ¿No eres un pura sangre? — dijo mientras enseñaba sus dientes en amenaza por su lenguaje. Harry miró al duende confundido, luego se miró a sí mismo sin entender, hasta que un mechón de su cabello se deslizó fuera de su coleta y todo cobró sentido.

Claro, el estereotipo de que solo los purasangres tenían el dinero y estatus necesario para tener un bonito pelo largo, pues no, da la casualidad de que él era bien pobre y estaba harto de sus prejuicios. Pero eso lo llevó a recordar que, en realidad, era un mestizo descendiente de los Potter-Evans, ¿qué pasaría si se hiciera una prueba de sangre en este tiempo? Se iría todo a la mierda, está claro, pero al menos podría tener la oportunidad de conseguir suficientes fondos para seguir trabajando de lo que le gusta y comer todas las tartas de melaza que su pobre cuerpo insalubre pudiese soportar. ¿Era justo para sus antepasados Potter que apareciera un supuesto bastardo como él a arruinarles la vida? No, definitivamente no, ¿pero cuándo había sido la vida justa para un Potter?

— De hecho, horrible ser, vengo a realizar una prueba de sangre. — dijo con la decisión ya tomada, lidiaría con las posibles consecuencias después.

— ¡Srokuq! — llamó a uno de los que formaban fila detrás de ellos, sin dejar de hacerle mala cara. — Llévalo con Gribunk.

Harry siguió al duende en silencio, caminando a paso rápido por los pasillos de piedra pulida, pasando varias puertas, hasta llegar a una en particular, hecha de madera envejecida con la manija de oro; la criatura llamó a la puerta y, cuando recibieron permiso, solo le hizo una seña de que entrara mientras comenzaba a alejarse.

— Buenos días, será necesario que des algo de sangre para la prueba. — informó el duende anciano, extendiéndole una daga sin darle lugar para que saludara.

— Seguro. — dijo cortando su mano en la sección de la palma, vertiendo el líquido en el pergamino que le estaban señalando y, cuando se le indicó que parase, acunó su mano en el pecho y examinó con interés científico el procedimiento. La sangré se arremolinó en el centro de la piel, brillando por un momento antes de comenzar a esparcirse en intrincadas redes de araña por toda la superficie.

Gribunk, por su parte, observó el pergamino en silencio, sin tener idea alguna de por qué la sangre estaba comportándose de esta manera, cuando lo normal era que las líneas formaran un árbol genealógico y no estas redes. En todos sus años de trabajo no había visto jamás algo así sucediendo, así que experimentó un incremento de sospecha y desconfianza hacia este mago, haciéndolo sujetar su propia daga, escondida en uno de los cajones de su escritorio, de forma instintiva.

«Verde y rojo, los colores de la muerte» | Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora