Capítulo III.

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Dicen que si jugamos demasiado con el fuego tarde o temprano terminamos quemándonos, si hacemos un trato con el Diablo al final de cuentas él vendrá por nuestra alma como método de pago, si sucumbimos en el pecado iremos al infierno.

Pero, ¿qué ocurre cuándo nada de esto parece importarnos?

Hablemos de Jeon Jungkook y su extraña procedencia primero que nada, preguntarnos quién es o de dónde viene sería lo lógico, pero aquí haremos todo lo contrario, queridos lectores, vamos a indagar de dónde no viene y quién no es.

No es un hombre de Dios, eso es definitivo, él lo sabe, nosotros lo sabemos, la justicia divina va a alcanzarlo tarde o temprano a consecuencia de todos esos pecados que están consumiéndolo, una ausencia de remordimiento mofándose de la iglesia bajo el techo de esta, reflejando la maldad disfrazada de pureza mientras observa silencioso el mundo terrenal ahogarse en un océano infernal.

No viene de los cielos aún cuándo luce como un ángel divino, sinceramente si le prestamos atención podríamos jurar que es el más hermoso de los demonios riéndose malévolo de cómo logra engañar a cualquiera al punto de obtener adoración, creencia y falsa fe, porqué Jungkook es malo, señores, malo sin comparación alguna.

Sus celestiales orbes viéndose perdidos observan la enorme construcción que lo ampara, sus manos permanecen entrelazadas en la espalda, sus pasos resuenan en el silencio sepulcral causando eco con sus zapatos pulcramente brillantes y negros. Hoy no lleva la sotana cómo de costumbre, pero si mantiene sus vestiduras oscuras de saco, camisa y pantalones formales, sin embargo su cabello algo ondulado aún húmedo por haberse duchado, cae rebelde interponiéndose en su campo de visión, luciendo cuál ángel de la muerte; hermosamente perfecto, siniestramente cauteloso.

Su mente recrea una y otra vez lo acontecido con Taehyung, aún cuándo habían pasado exactamente cuatro días de lo ocurrido sin volver a ver al crío, su cabeza le repetía las escenas, sonidos, espasmos, del muchachito. Estaba a punto de volverse loco, más de lo que está e increíblemente no parecía importarle.

Conociendo su pensamiento macabro de poca racionalidad, afirmaría que poco le importaba terminar perjudicado, señalado o crucificado literalmente, nada es de interés cuándo estamos sumidos en la agonía de cargar tanta maldad encapsulada en el alma tal y cómo él lo hace.

Un suspiro emerge de sus belfos relamiéndose los mismos con los orbes entornándose escaleras arriba en dirección a dónde se encuentra el campanario, encogiéndose de hombros comenzando a subir los escalones mirando en varias direcciones cerciorándose de no ser visto antes de apresurarse, presenciando una extraña libertad cuándo al abrir la puerta que se mantenía con llave, el viento algo gélido de aquel día invernal, golpeó su rostro unido a la claridad de la tarde gris.

Una sonrisa aniñada se apodera de sus facciones viéndose afuera entonces, un suceso tan corriente como hallarse a la intemperie resultándole lo más gratificante, cerrando tras él para continuar avanzando, casi cuatro pisos le separan del suelo dónde la calle se muestra poco concurrida debido a la llovizna que amenaza con tornarse un violento aguacero, una mínima cantidad de personas se encuentran sumidas en sus asuntos caminando de un lado a otro y Jungkook se queda allí, parado en la cornisa de vista perdida entre cómo el viento sacude su estola hacia adelante teniendo que sujetarla para que no terminara cayendo, ladeando su cabeza, frunciendo el ceño unos instantes, pareciendo que no comprende el funcionamiento de la humanidad y quizá, solo quizá, no lo hace.

—¿Tan joven queriendo suicidarse, padre? creía que eso era pecado.— Jeon se sobresalta saliendo de su ensoñación parpadeando varias veces, frunciendo el entrecejo girándose sobre sus talones desde su sitio sin temor alguno a las alturas, una sonrisa casi maléfica se expande en sus cerezos extendiendo ambos brazos imitando a Cristo en la cruz inclinando la cabeza a un lado e inmediatamente se encoge de hombros ante la vista extrañada del menor quién le mira confuso. A veces aquel párroco tenía actitudes extrañas, macabras mejor dicho.—¿Qué haces aquí?

𝐒𝐀𝐂𝐑𝐈𝐋𝐄𝐆𝐎 © → KookV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora