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Los ojos de Nami se mantenían fijos en los de Luffy; su lengua se deslizó por su labio suavemente y una pequeña arruga se formó en su frente ante el esfuerzo

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Los ojos de Nami se mantenían fijos en los de Luffy; su lengua se deslizó por su labio suavemente y una pequeña arruga se formó en su frente ante el esfuerzo. El pelinegro jadeaba y se movía con controlada fuerza para no gastar más de la energía necesaria, sus músculos tensándose y el sudor resbalando por su piel de la forma más sexy posible y su cabello pegándose en su frente.

Mordió su labio y sus manos se presionaron con fuerza en el cuerpo del pelinegro, su respiración chocaba de tanto en tanto con la de su compañero al enfrentar sus rostros, tan cerca que sólo debía moverse unos milímetros para que el espacio desapareciera por completo.

—Diablos... —La voz de Luffy sonó en un tono grave. Jadeó agitado, tensando su mandíbula ante el inminente fin, Nami se sostuvo más fuerte todavía y conforme pasaban los minutos, su respiración se entrecortaba aún más. —Un poco más... No te sueltes...

Sólo.... Un poco.

Nami obedeció y cargó su peso contra Luffy, sus brazos rodeando el cuerpo del pelinegro, ansiosa de terminar con aquello. 

— ¿Ya?

Luffy dio el último empuje de su cuerpo y su rostro quedó frente a frente a Nami, quien frunció el ceño molesta, ganándose una sonrisa de burla por parte de su nueva compañera.

—Listo, Presidenta, cien abdominales—. Se sostuvo de sus propias rodillas para observar a la pelinaranja.

—Genial —rodó los ojos—, por cierto, hueles a alcohol, la próxima vez toma un baño antes, es asqueroso que me estés respirando en la cara, cerdo.

Nami se levantó y sacudió sus rodillas para limpiarse el polvo mientras Luffy la imitaba y estiraba su cuerpo sin dejar de sonreír.

De todos sus compañeros, había terminado trabajando en pareja junto al idiota rompe reglas y la presidenta ya estaba irritada. Tal vez no hubiese sido tan terrible de no ser por el pequeño detalle de que Luffy parecía haber bebido toda la noche y ahora acarreaba un delicioso aroma a fiesta y alcohol, lo que era totalmente inadecuado, a opinión de la chica de cabello naranja.

— ¿Por qué te limpias si estamos haciendo deporte? Sí que eres tonta—. Nami lo ignoró, sin ganas de discutir como cada día de esas tortuosas dos semanas de convivencia que ya llevaba con su némesis. Monkey D. Luffy rió cuando vio el ceño de la chica fruncirse aún más.

—Señor Morgan, acabamos la última serie, ¿Puedo retirarme? —. Preguntó al maestro, pues no quedaban más de diez minutos de clases y necesitaba con urgencia quitarse el sudor del ejercicio y alejarse de ese idiota.

—Seguro, quienes hayan terminado vayan a cambiarse. Nos vemos la siguiente clase.

— ¡Ducha mixta! —Luffy gritó divertido, pasando de largo a Nami y guiñándole a una chica que lo observaba desde hacía un rato. —Eso sí, cuidado con que nuestra honorable Presidenta no vaya a sufrir un ataque —Luffy la observó por unos segundos a la distancia. —0 quizá realmente es lo que necesitas para relajarte...

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