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Luffy sonrió cuando Carrot cerró la puerta tras de sí, dejándolo solo con aquella pelinaranja irritante; no esperaba que la pequeñín fuera tan perceptiva como para captar el sutil ambiente entre ambos, es que siendo amiga de una persona como Nami, se esperaba cualquier cosa, e incluso al verla abrir la puerta, planeó numerosos escenarios donde la pequeñín desaparecía misteriosamente; pero al parecer era mucho más inteligente que la propia Presidenta que ahora parecía un recipiente vacío sin alma.
—En estos momentos es donde tu espíritu sale de tu boca.
Rió, adentrándose en la casa sin prestarle atención al pequeñísimo detalle de no haber sido invitado, pero en verdad eso poco importaba, pues Nami tampoco parecía en condiciones de ser una buena anfitrión; se paseó alrededor de la sala, mirando todo con curiosidad, analizando cada detalle del hogar, dulce hogar de la pelinaranja y riendo entre dientes ante las fotos de Nami. Todas ordenadas desde su infancia hasta aquellas donde sonreía como la tonta que Luffy pensaba que era, sosteniendo su diploma de primer lugar.
—¡Fuera! —. El grito hizo que Luffy saltara en su lugar, recuperando la compostura segundos después.
—Ah, ya me extrañaba que no estuvieras gritando, Presidenta. Tú y el silencio no se llevan bien... En ninguna situación.
Nami corrió donde Luffy y le quitó con brusquedad una de las fotos que sostenía, devolviéndolo a su posición inicial y ganándose otra carcajada por parte del chico ante aquella compulsiva acción.
— ¡WOW! ¡Tienes un TOC! —Luffy dijo entre risas, sin poder creer que Nami actuara así incluso en la privacidad de su propia casa.
—No tengo un TOC; que me gusten las cosas como deben estar no es un trastorno, es respeto por el orden. Lo tuyo en cambio...
Se volteó a enfrentar a Luffy con sus brazos cruzados sobre su pecho y su ceño fruncido, pensando en pandas y flores para mantenerse impasible, sin pensar en aquel pequeño... Bueno, no tan pequeño detalle que lo mantenía en casa.
—Das más miedo en uniforme, tonta.
En ese momento, Nami recordó que en verdad ni siquiera había recibido una mísera gota de agua ese día y que seguía con su pijama; se estaba humillando frente a aquel molesto chico y encima lo estaba haciendo gratis. Quiso golpearse contra algo, pero supuso que aquello sería mucho más vergonzoso que seguir en posición defensiva usando su jodido pijama.
— ¡LARGO DE MI CASA! Además... Cómo es que sabes dónde vivo...
—Verás. —Se sentó en el sofá, cruzando sus brazos tras su cabeza con toda la confianza que un viejo conocido tendría y sin dejar de sonreír con suficiencia ante la sorpresa que la pelinaranja fue incapaz de disimular. —El Director Genzo me citó para preguntarme cómo llevaba el cambio, ya sabes... Pobre de mí que fui expulsado injustamente Y entre las muchas cosas que hablamos, descubrí que. ¡Eres la jodida nieta del Director del Instituto! —rió—, eso sí que fue una súper sorpresa...