Aniversario

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—Annia, mi amor hermoso, se te quema la cena—

—¿Qué? Ah, sí—me miró, sonrió y siguió con lo que estaba haciendo.

—Anny, no sé qué estás haciendo, no te puedo ayudar—

—Tú tranquilo, no se quema, te estoy preparando tu regalo de aniversario—

—Guapa, no necesito nada—

Le quito la pluma de la mano y la giro por la cadera para que me mire, le doy un beso en los labios y la llevo a la cocina para que termine de preparar la cena. Me muestra la lengua y se escabulle para volver al estudio a terminar lo que hace. Giro los ojos y la sigo de cerca, me recargo en el marco de la puerta mientras ella escribe en una hoja color rosa palo. No puedo evitar admirar su belleza, la manera en que frunce el ceño cuando se concentra es muy graciosa, parece un pug, cuando se lo digo termina enojada y no me habla, pero no lo puedo evitar, es algo que la hace ver muy tierna.

Se levanta de la silla, me besa la mejilla y camina a la cocina, nuevamente la sigo y me quedo mirándola desde el umbral, no tengo ni la menor idea de qué es lo que está en el horno pero huele muy bien, la veo moverse con tanta fluidez por el espacio de dos por dos, hasta parece que está bailando, aunque no lo quiera admitir es muy buena, el día que la conocí estaba bailando en su oficina creyendo que estaba sola, se veía tan feliz, hasta que me vio en la puerta y su semblante cambió inmediatamente a uno de profesionalismo intentando ocultar la vergüenza. Todo el tiempo que estuve allí la noté muy incómoda, aunque eso no me evitó invitarla a salir, y de verdad agradezco mi falta de escrúpulos, los últimos 6 años han sido los más felices de mi vida y puedo decir que es gracias a ella.

Mailob, ya está, ¿me ayudas a llevarlo a la mesa?—

—Claro que sí—miro lo que hay en los platos y no puedo evitar reírme—¿de verdad hiciste esto?—

—Sí—su dulce risa llena el espacio—Nos encantan las quesadillas y el espagueti, ¿qué mejor que hacerlos ambos?—

—Eres única—beso su frente y giro los ojos—Por eso sigues en pijama, ¿verdad? Querías hacerlo algo informal—

—Por supuesto, lo importante es pasar el día contigo—

—Me encantas—

Cenamos en silencio hasta que Annia se pone a cantar una canción de Cepillín, así, de la nada, mientras la escucho desafinar y veo las caras que hace me doy cuenta de que no podría pedir nada más, lo tengo todo con esta loca, siempre está para mí, en las buenas y en las malas, en cualquier momento sé que puedo contar con ella, así como ella en mí.

—Bueno, princesa, ya es hora de darte tu regalo—

—¡No, Josué! Yo primero—

Se levantó corriendo de la mesa y entró al estudio, regresó con un sobre negro y una cajita de terciopelo en las manos, los dejó en el cristalero y señaló la mesa en un gesto que significaba "hay que recoger", llevé las cosas a su lugar mientras Annia ponía en el lavavajillas los platos, vasos, cubiertos, etcétera. La dejé eligiendo un vino y fui a la recamara por su regalo, lo puse en la mesa junto con los suyos y esperé a que regresara. El sonido de cristal rompiéndose vino de la cocina, no pensé nada de ello, no intenté ir a ayudarla, siempre se enoja cuando lo hago, luego la escuché gritar.

—¡Arg! ¡Mierda!—

Escuché su grito y corrí a la cocina, alterado, la encontré levantando cristal del suelo, inmediatamente entendí la situación, se le había caído una copa, la dejé terminar de limpiar antes de preguntarle si estaba bien.

De cerdos que vuelan y elefantes que cantanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora