Hilo roto

¿Feliz?

¿Cuánto cuesta alcanzar la felicidad? Se supone que debería ser sencillo, pero es muy difícil, al menos la verdadera felicidad. Puedes estar frente a ella, pudiendo rozarla con la punta de los dedos, lo suficientemente cerca como para acariciar su cálida y placentera aura; pero tan lejos que parece que nunca llegas a tocarla, que no puedes apretarla entre tus brazos y sentir al menos por una vez en tu diminuta e incoherente vida la razón por la que continuamos.
Aunque tratemos una vez tras otra de alcanzarla, desaparece ante nuestros ojos, como una espesa niebla que se levanta justo después de amanecer. Como un fantasma que espera a asustarte para irse, como la rosa que florece y se marchita en el momento en que la ves. Como si su única función fuera dar esperanza a los desesperados o aliento a los agotados.
La felicidad se ríe de nosotros con una risa silenciosa que podemos oír pero no escuchar.
Y sólo a veces se digna a aparecer y momentáneamente dejarnos formar parte de ella, incitándonos a seguir placiendo sus más absurdos deseos solo para volver a sentir una pizca del mismo sentimiento. Pero mientras tratas de complacerla, navegas los más oscuros y cenagosos lugares, arrastrándote y persiguiendo algo que pueda igualar ese sentimiento que no se despega de ti como un parásito; arrastrándote por migajas y por falsos ídolos que te aseguran un falso camino para alcanzarla.
¿Realmente merece la pena alcanzar eso si no hay facilidades para llegar?