Prólogo

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Todo era un caos; los bomberos corríamos en todas direcciones mientras aquel incendio rugía infernalmente, como si tuviera vida propia.

—No puedo creer cómo a alguien se le ocurre provocar un incendio en vísperas de Navidad. Hoy se supone que debería estar Emma arropándola, no arreglando las estupideces de algún irresponsable —dijo Miller con una molestia notable.

Miller era uno de mis mejores amigos, pero a veces podía ser un verdadero bastardo.

—Miller, ¿podrías cerrar la boca de una vez? —respondí cuando estábamos a punto de entrar en la casa envuelta en llamas.

El humo negro y denso se arremolinaba en el aire mientras avanzábamos por el interior de la casa en llamas. El calor era sofocante, y las llamas rugían como bestias hambrientas. Miller y yo, junto con otros bomberos, nos movíamos con determinación a través de los pasillos oscuros y llenos de humo.

El crujido de las vigas quemándose resonaba a nuestro alrededor, creando una atmósfera espeluznante. Las luces intermitentes de las alarmas de incendios parpadeaban débilmente, proporcionando una iluminación tenue y fantasmagórica. En medio de la caótica escena, nos encontramos con una habitación envuelta en llamas voraces.

Mientras avanzaba para intentar llegar a la segunda planta en busca de la familia que vivía allí, escuché unos llantos llenos de dolor, casi ahogados por el sonido de las llamas. Me dejé llevar por el sonido de los débiles llantos y llegué a una habitación contigua a la entrada al sótano de la propiedad. Intenté abrir la puerta, pero la perrilla estaba tan caliente que de alguna manera traspasaba mis guantes; decidí patear la puerta hasta que logré abrirla.

Al abrirla, vi a un niño pequeño de unos ocho años llorando mientras abrazaba los cuerpos sin vida de quienes eran sus padres. Tomé al pequeño entre mis brazos y lo saqué de allí.

Tres años después

—Piper, cariño, debes aprender a abrirte con los demás. Sé que es un poco difícil, pero inténtalo, ¿sí?

Piper asintió y me abrazó fuertemente, para luego susurrarme que no quería estar allí. Lo entendía; después de todo, las épocas navideñas siempre serían traumáticas para mi pequeño. El año pasado me lo hizo saber cuando convirtió las decoraciones navideñas en palomas, revelándome la existencia de las brujas y lo que realmente ocurrió aquella noche del incendio.

Una navidad para conquistarteWhere stories live. Discover now