Caminaba por las calles de Brooklyn, que estaban horriblemente adornadas con parafernalia relacionada con el viejo con barriga de borracho vestido de rojo. Mi padre iba a mi lado; él insistió en acompañarme hasta el gimnasio. Durante estas fechas, mi padre solía ser insistente en que nunca me quedara solo, y si lo hacía, se aseguraba de que fuera por el menor tiempo posible.
—Pa, te lo prometo, no usaré magia. Dejé mi medallón en casa —dije palmeando mi cuello.
—Piper, tú y yo sabemos que está en tu bolso —dijo, señalando mi bolsa para el gimnasio.— Pero te creo y fingiré que no sé que está en tu bolso. Vale, escuincle.
Sonreí y asentí para luego preguntarle de qué hablábamos. Continuamos nuestro camino hasta llegar a mi destino, mientras papá no paraba de decirme que por favor no fuera un Grinch este año y que hiciera algo para mi cumpleaños. Lo ignoré y entré al gimnasio, el lugar, al igual que las calles de Brooklyn, estaba inundado de decoraciones navideñas.
Saludé a quienes ya conocía y luego me dirigí a las duchas para cambiarme antes de comenzar mis entrenamientos diarios.
Las duchas solían estar totalmente vacías a esa hora, pero me sorprendió encontrar a un joven que destacaba por su aspecto atlético y su energía positiva. Vestía ropa deportiva que resaltaba su figura esculpida, y sus movimientos gráciles sugerían una destreza física notoria, convirtiéndolo en una presencia intrigante en medio del ambiente festivo del gimnasio. Este chico, que rompía con la rutina habitual de las duchas, añadía una nota vibrante al entorno, destacándose entre la agitación de la temporada navideña.
—Feliz Navidad, amigo —dijo con un tono muy alegre.
—Muérete, idiota —respondí.
El semblante del chico cambió de uno alegre y vibrante a uno confundido y ofendido. Me cambié de ropa y me dirigí al completar mi rutina, la cual, por cierto, comenzaba diez minutos tarde y eso era terrible porque mi instructor personal detestaba trabajar con el Grinch durante la época navideña, así que tendría un nuevo instructor durante las próximas semanas.
Caminé por el lugar hasta llegar a donde generalmente hacía mis ejercicios, hoy tocaban piernas y glúteos. Al llegar, el mismo chico de las duchas estaba allí.
—Chico bonito, este lugar está reservado —dije.
—Lo sé, Piper —respondió el chico—. Soy Milo Wallace, tu entrenador temporal. Un placer, Grinch. Según Andy, hoy toca calentamiento, sentadillas, zancadas laterales, elevación lateral y cardio opcional.
Me quedé perplejo al escuchar su nombre. ¿Cómo podía ser mi entrenador temporal alguien que parecía haber salido de una revista de deportes? Sin embargo, ante su seguridad, no pude más que asentir con la cabeza, aceptando la nueva dinámica.
El entrenamiento comenzó, y a medida que Milo dirigía cada movimiento, me di cuenta de que este chico bonito no solo conocía su trabajo, sino que lo amaba. Mis pensamientos se volvieron un torbellino, luchando entre la resistencia inicial y la creciente admiración por su destreza como entrenador.
Durante las sentadillas, un roce sutil entre nosotros me desconcentró por un momento. Fue como si una corriente eléctrica hubiera pasado entre ambos, creando una conexión fugaz pero tangible. A medida que avanzaba la sesión, me di cuenta de que estaba experimentando algo más que un simple entrenamiento físico. Entre el contacto inesperado y la energía compartida en el gimnasio, me encontré atrapado en una dinámica que iba más allá de lo que había anticipado.
Al concluir mi entrenamiento, Milo me miró con una gran sonrisa, como si este entrenamiento hubiera sido más que bueno. Él se veía muy relajado, pero yo no estaba tranquilo. No sabía qué sucedía, pero por alguna razón me sentía feliz. ¿Pero cómo podía sentirme feliz? La mayor parte de mi vida había sido un Grinch declarado.
Salí del gimnasio dejando atrás las decoraciones navideñas. Al salir, el frío navideño de Brooklyn invadió mi cuerpo. Papá aún estaba allí esperándome, con una sonrisa un poco traviesa, como si supiera algo que yo aún no sabía. El camino de regreso a casa, consideré demasiado la petición de papá; quizás podría hacer algo para mi cumpleaños.
Quizás, en contra de mis instintos gruñones, debería considerar abrirme un poco a las posibilidades de esta temporada.
El frío invernal de Brooklyn parecía ir en aumento a medida que me acercaba a casa, eso y la extraña sensación de cambio impregnada en el aire frío me hacían sentir extraño. Aunque seguía siendo un Grinch en el corazón, algo dentro de mí había empezado a cuestionar si la magia de la Navidad podría tener algún efecto, incluso en el más obstinado de los escépticos.
Maldito Milo Wallace y tu maldita actitud.
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Una navidad para conquistarte
ContoPiper detesta la Navidad con todo su ser, mientras que Milo es un devoto obsesionado con cada adorno parpadeante. Cuando el destino entrelaza sus vidas en plena temporada festiva, no solo se cruzan sus caminos, sino que también se despiertan sentim...