William y Alexander

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Hace bastante tiempo, vivían dos reinos en un mismo pueblo que reinaban a diferentes horarios del día.

Uno reinaba a la luz del sol.

Otro, a la luz de la luna.

Tanto uno como otro se hacían favor en cuanto a vivencia.

Sin sol, las plantas de todas esas tierras de las cuales se sembraban alimentos para el pueblo se echarían al completo perder.

Sin luna, no podría haber descanso y devastaría la energía sin parar.

Quienes provocaban esos cambios, eran dos príncipes, William y Alexander.

Dos príncipes con el poder de despertar tanto el sol como la luna.

Aquellos seres que al juntarles sostendría una atrocidad. Un ascenso que pausaría por completo la vida del pueblo y sus habitantes.

Para evitar que se generara aquel problema, no se permitiría juntarles bajo ningún concepto.

Después de mil sufrimientos por parte del pobre pueblo, que por las noches se causaban eternas lluvias y tornados. El día en cambio era pacifico como el mar, el océano en completo.

Odiaban a William, amaban a Alexander.

Una guerra se inició por un gran error, y nadie quiere pelear.

Odiemos la Valentía, Amemos el valor.

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En el cielo se iluminaba el sol con gracia.

Salía el príncipe para darle consuelo.

Un príncipe de cabellos avellana, Singular; sus ropas azul cielo.

La puerta de su habitación por fin de había abierto, abierto por una chica de cabello ondulado, rubio con gafas y ropas arregladas. Alzó y ordenó las sábanas de la cama de aquel príncipe seguido se acercó a él para hablarle.

—Alexander, creo que sería buen momento para bajar a desayunar—Se arregló las gafas—Quieren hablar con usted.

Él suspiró al viento y sonrió.

—Ahora bajo Amanda, No te preocupes ¿Quien me espera?—La miró mientras empezó la pregunta.

—La señora Madisson.

Alexander refuto la idea, miró con cansancio a la puerta de la habitación y seguido soltó

—¿Que necesita ?, ¿Le dejaste claro que no quiero ni me apetece ver a su hija?

Amanda rió breve mente, volvió a ponerse firme y con sus gafas de lectura, miró su agenda.

—Solo se su hora de llegada.

El príncipe, cansado pero con una sonrisa en la cara, se arreglo un tanto las ropas y bajó las escaleras hacia la cocina.

Háganse atentos. A el maravilloso brillo de una estrella enorme, bajo la capa del pueblo.




El príncipe sol Y el príncipe luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora