6- Sentido carmesí

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El príncipe luna observaba su rostro ante un espejo.

Alguien entró en la habitación, William observo la puerta abrirse.

—Príncipe, Francisco lo busca, creo que quiere hablar con usted—habló Evelyn.

—Dígale que ahora me acerco, tengo que hacer algunas cosas para el festival.

—Pero William, dijo que era importante, si no va, me obligará a buscarle de nuevo.

Él suspiró, seguido fue a acercarse a donde le llamaron, Francisco se encontraba en el patio del palacio, practicando a plena luz del día, con su espada de plata fina. 

El príncipe William se acercó con su parasol agarrado a sus manos, fuertemente pegado a su pecho.

—Fran—llamó el chico de cabello azabache. El hombre de ojos castaños se giró con rapidez para observar a quien le llamaba.

—Alteza, buenos días.

—Rápido, por favor, si no hago nada para el festival me tacharán de vago.

—Eso es algo a parte, su madre lo lleva bien.

El príncipe luna suspiró con desaprobación.

—De eso exactamente necesita hablar Liam, su madre quiere que tome la corona en el festival.

William, quien ahora enfadado, giró su cabeza de nuevo de nuevo a la puerta que conectaba con el interior del palacio.

—Liam, por favor escúcheme.

—Yo no pienso hacer eso.

—Sabe que su madre lo hace por una buena razón.

Rápidamente se giró para mostrarle sus ojos cristalinos.

—Si, para apartar a mi padre de su camino ¿No puede deja que brille alguien mas que no sea yo? es el día de la princesa de la primavera, no el mio, no soy su pieza de ajedrez para poder usarme como espada hasta llegar a el rey y quitarle su corona.

Respiró ondo y siguió hablando.

—Yo, solo siento que me quiere usar a todas horas, me cuesta creerme las cosas que salen por su boca.

Las lagrimas caían por su rostro, limpiaban sus mejillas y llegaban hasta sus labios. Francisco se sentía con la necesidad de abrazarlo, pero no veía la posibilidad, le dolía el pecho de no poder hacer nada.

Pero, como él, un buen caballero, dejo sin cuidado su espada y se acercó a el príncipe luna. Le abrazó con fuerza, sus brazos casi cubrían todo el cuerpo del más bajo, le abrazó con consuelo.

—Yo no quiero ir a ese festival, ojala solo pasar desapercibido.

—Yo creo que si habla con ella podrá convencerla. Estoy seguro.

—¿De verdad?—los ojos llorosos del chico daba mucho a comprender.

El silencio reinaba ahora, pues Francisco se había quedado sin razones para hablar.

Después de todo, el silencio es lo que el príncipe necesitaba ahora, ser escuchado, es ayuda suficiente como para solucionar ese problema que estaba planteado. Sentirse escuchada era todo lo que la luna quería de las estrellas.

[...]

—Levanten aquella tela, vamos a cubrir la plaza del sol, los niños van a quedarse secos—rió el príncipe sol.

—Pero alteza ¿No le molesta?

El chico de cabello avellana sonrío, para luego decir.

—Prefiero la sonrisa del pueblo antes que mi mera exposición—él se alejó de la sombra para evitar esconderse del cielo.

El príncipe sol Y el príncipe luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora