7- Descanse en paz.

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—Madre, no es lo que tu crees. Yo solo. 

William no encontraba las palabras exactas para aquello que él quería expresar en ese momento, todo parecía nublarse, sentía como su cuerpo se sobre calentaba, era todo demasiado rápido.

Parecía surrealista, como si todo se fuera a derrumbarse en aquel momento.

—No se que pensar realmente de esto, quiero al príncipe Sol fuera de aquí. No necesito explicaciones de nadie.

Alexander se levantó rápidamente de su asiento, cual era actualmente la cama de William.

—Una disculpa Casandra.

—No quiero ninguna disculpa, vuelva a su labor.

El príncipe Alexander, salió rápidamente de aquel palacio, pero este se topo con la cocina abierta, algo de lo que el príncipe, por su rapidez anterior, no pudo haber notado.

No debía, él lo sabía muy bien, no era lo que debía hacer, pero la rabia del descubrimiento le podía, la vergüenza de su propio descubrimiento le obligaba a mantener la cabeza agachada en aquel momento.

Pero la rabia le ganó a la vergüenza.

Entró. Al notar que no sentía el dolor inmenso en el pecho. sabía que las cortinas de la cocina se encontraban abiertas.

—¿Hola?—preguntó, irónicamente, sabiendo que no había una mínima respuesta.

Todo estaba desordenado, como si alguien hubiera estado buscando algo que sabía perfectamente donde podría encontrarlo. Ya que, solo ciertos lugares estaban abiertos.

—Huele horrible—Alexander lo sabía, no había ninguna duda en ello.

El chico de cabellos avellana se acercó con tranquilidad y con el suficiente miedo para recorrer cada una de sus preguntas en su cabeza.

Dos de agua por una de sangre.

Eso es lo único que se podía leer de un trozo arrancado de lo que parecía ser una libreta de lineas finas, escrito a pluma con tinta negra y algunas gotas de cloro que hacían desaparecer a todo lo demás de la hoja.

Los cuchillos de cocina estaban curiosamente colocados, iban de grande a mas pequeño colgando de una pequeña tabla de madera, aunque faltaba el mediano, cual era ni muy pequeño para cogerlo ni demasiado grande como para pasearlo.

Eso era lo que quería quien lo agarró.

La perfección era todo eso que nublaba la vista de Alexander. Aunque quizás era mas la sopa que se encontraba en la encimera, la cual no iba a abrir de ninguna de las maneras, ya que en ella ponía. "Hecho por la (XXXX), no tocar hasta el funeral." no se podía llegar a leer el nombre.

Pero su mano se adelantó a sus pensamientos y con mucha precisión para no hacer golpes metálicos, levantó la tapa. Y rápidamente la volvió a dejar en su sitio, puede soportar la curiosidad, pero no un ojo flotando entre quien sabe que.

—Que mierda es esto...—el chico, con nauseas y sin saber que hacer o de donde sacar mas respuestas sobre esto. Empezó a volverse eterno; dolor, un dolor intenso se encontraba en su cuello.

Dolía horrible, era imposible estar ahí. Olía a muerto.

Muerto.

Esa persona estaba ahí.

Muerta en una olla.

¿Por qué?

William, Casandra, Francisco. ¿Lynn?

¿Quien?

—Mierda.

Alguien entraba desde el patio, era el caballero luna. Se apresuraba a salir por la ventana, pues era el primer piso y no estaba muy lejos del suelo.

—William—llamaba el caballero.

Alexander bajó con éxito y rápidamente fue hacia la plaza.

Las siete y seis minutos de la tarde.

Amanda se situaba hablando con los habitantes del reino primavera. Estos se encontraban con diferentes cestos con flores de varios tipos.

La observación de Alexander corriendo, hizo a Amanda estar completamente alterada.

—¿Príncipe?—ella soltó los cestos a un lado.

El chico suspiraba exhausto, sabía lo que había visto, necesitaba a alguien a quien decírselo.

¿Podría?

¿Podía?

—Amanda. Yo. No se que ocurre conmigo, necesito...

Y así fue la primavera que en vez que en vez de empezar a llegar con días alegres. Ya estaba lloviendo.

—¡¿Alexander?!—la chica corrió rápidamente hacia el príncipe cual se encontraba llorando.

—La he arruinado, lo estoy arruinando todo.

La lluvia caía con dolor penetrando en el suelo haciendo un ruido horrible. Todos los toldos y las decoraciones eran escondidas por los habitantes en sus casas.

Los habitantes del reino primavera se sentían acorralados, corrieron hacia sus caballos blancos y trotaron hacia su reino referente.

El día había llegado hasta ahí. Ya esta, no había mucho mas que hacer.

—Alexander, se moja. Deberíamos ir a el castillo; ha de relajarse.

—Amanda, necesito hablar con los caballeros, con alguien. Se que pasó con el rey Damian.

La chica, que ahora se encontraba asustada por la idea de aquello, se sentía rota, como si por alguna razón la cual se encontraba inexplicable, el príncipe podría estar sufriendo demasiado.

—¿Amanda?—preguntaba nervioso Alexander.

La chica asintió y lo llevó hacia el castillo sol. Mientras, Amanda lo dejo a su camino para hablar con los respectivos caballeros. 

[...]

La noche se hizo poder ver.
El príncipe Alexander buscaba entre el techo de su habitación que hacer con sus pensamientos.

Buscaba entre muchos ellos, la sonrisa del príncipe luna.

Esa sonrisa. De labios carmín.

Sus ojos, amarillos como si de oro se tratase, que alguien le enseñó una vez.

"Aunque tus labios tapes, siempre sonríes con los ojos."

Él, sonreía con los ojos.

De pronto, en el rostro humedo de Alexander se mostraba una hermosa sonrisa, buscaba su almohada para abrazarla y poner entre sus piernas.

Como deseaba que fuera William. Quería abrazarlo, sentir su pelo siendo acariciado por sus manos lisas y blancas.

—Alexander—entraba justamente por la gran puerta del dormitorio un una caballera de un largo pelo negro.

Alexander se levantaba con rapidez al escuchar su nombre salir por los labios de aquella mujer, alta y robusta.

—Si, digame Marilyn.

La mujer agarro su cabello con una goma para el pelo y se acercó a el príncipe del sol.

—¿Es usted consciente de que esta acusando de canibalismo a la reina Casandra?

El chico de ojos avellana agarró con su alma aquella afirmación y asintió con la cabeza.

—Esta bien. Cuando se vea posible actuaremos.

—Gracias Marilyn...

El chico veía como la mujer salía de la habitación, su cabello ondeaba.

Él se sentía horrible, como si su corazón se estuviera comiendo a su logica.

Pero el era Alexander.

Alexander el príncipe del sol.

Alexander Soleil Stevenson.

—Nos vemos esta noche Damián. Descanse en paz...

El príncipe sol Y el príncipe luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora