Cada loco con su tema.

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Young Saeng bajó los cuatro escalones que separaban su portal de la calle de un solo salto. Consiguió aterrizar en la acera sin torcerse ningún tobillo, hecho casi milagroso teniendo en cuenta sus botas con tacones de diez centímetros, y comenzó a caminar con paso apresurado hacía la parada del metro más cercano. Eran más de las nueve de la noche y en casa de sus padres, en Nochebuena, se cenaba a las diez. No podía llegar tarde.
   
Giró la esquina de la calle sin dejar de observar la carretera con la vana esperanza de encontrar un taxi, como si tal milagro fuera posible, y se dio de bruces con el hombre más guapo y extraño que había visto en su vida. Era altísimo, debía de rondar el metro ochenta y cinco, el cabello, de un fulgurante color rojo, largo hasta los hombros y la piel blanca, que más que pálida, era luminosa. Sus ojos eran negros como dos trozos de carbón y su cuerpo perfecto asemejaba al de un dios griego. Vestía una camiseta blanca y unos vaqueros desgastados que le caían por debajo de las caderas, e iba descalzo. No había nada más sobre su escultural anatomía. Ni un abrigo ni un gorro, ni siquiera una mísera bufanda.

¡Debía estar mal de la cabeza para andar semidesnudo en pleno invierno!
   
—Disculpa —se excusó esquivándolo y continuó su carrera en busca de un taxi.
   
—¡Detente, Young Saeng! —tronó el hombre.
   
Young Saeng frenó en seco, se dio media vuelta y lo observó detenidamente.

¿Cómo sabía su nombre?
   
—Perdona, ¿te conozco de algo? —preguntó seguro de que no lo conocía de nada. Un tipo como ese no se olvidaba con facilidad.
   
—Me has invocado hace menos de tres horas —afirmó él con seguridad.
   
—¿Invocado? ¿A ti? —Lo miró de arriba abajo, negó con la cabeza y siguió su camino, ignorándolo. Tenía demasiada prisa como para enredarse a hablar con un desequilibrado.
   
—¡Detente! —exclamó él haciendo que todos los que caminaban por la acera giraran sus cabezas y se detuvieran a observar el espectáculo—. No puedes invocarme para luego ignorarme.
   
—A ver, guapito de cara, en primer lugar no tengo ni idea de quién eres, por tanto no te he podido invocar. Y en segundo lugar, ¡tengo prisa! ¡Es Nochebuena y llego tarde!
   
—¡Me has invocado en el mismo momento en que mi nombre ha salido de tus labios! —sentenció al escuchar las palabras de Young Saeng. ¿Por qué no caía de rodillas y rendido ante él? ¡Ah, claro! Porque el pobre humano no sabía quién era él—. Soy Sirius, la estrella más brillante del firmamento. Pero me puedes llamar Kim Hyun Joong, mi nombre humano aquí en la Tierra —informó con una enorme sonrisa en la boca al intuir la inminente reacción del hombre.

Esa reacción no fue la esperada.
   
—Hola Hyun Joong, encantado de conocerte. Adiós —se despidió Young Saeng levantando la mano para llamar al único taxi que seguramente circulaba por todo Madrid. No podía creer su suerte.
   
—No es necesario que alces tu brazo en loas a mi persona —informó Hyun Joong, satisfecho al ver que Young Saeng por fin daba muestras de reconocerlo, aunque extrañado por cómo habían cambiado los usos adoratorios en este siglo. Le asió la mano con una de las suyas y tiró hasta colocarlo frente a él.
   
El taxista hizo un aspaviento al pensar que era solo una pelea de enamorados y siguió circulando reacio a perder el tiempo con tonterías.
   
—¡Acabas de hacer que pierda mi único medio de transporte! —gritó Young Saeng.
   
—No necesitas ningún vehículo para realizar tu misión en la Tierra.
   
—¿Mi qué?
   
—Desde este momento eres mi mofeta.
   
—¿Tu qué?
   
—Mi mofeta —repitió Hyun Joong armándose de paciencia. Ese hombre era aún más tonto de lo que parecía—. Tu boca hablará por mí. Tú serás quien anuncie mis predicciones a los habitantes de este planeta.
   
Young Saeng parpadeó aturdido hasta que consiguió entender a qué se refería el demente que le impedía marcharse.
   
—¡Profeta, no mofeta, idiota!
   
—Sin insultar, eh, que yo a ti no te he faltado al respeto —replicó Hyun Joong dolido. Un error lo podía tener cualquiera, tampoco había que ser tan tiquismiquis con las palabras.
   
—Lo siento, no ha sido mi intención… ¡Mierda! —exclamó Young Saeng al darse cuenta de que se acababa de disculpar—. Vamos a ver si he entendido bien. Me estás diciendo que eres Sirius, la… ¿Estrella de Oriente?
   
—¡Y dale con la Estrella de Oriente! ¡Menuda jodida broma se han armado los humanos con el puñetero alias! —explotó Hyun Joong indignado—. Tengo nombre propio, y es Sirius. La estrella Perro, la más brillante de la constelación Can Maior y de todo el firmamento —especificó irritado.

La Estrella más Brillante.. 💫⭐💫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora