La importancia de una Estrella.

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—¡Ya era hora tío! ¡Vamos a llegar tarde a la cabalgata por su culpa! —exclamó el más pequeño de los sobrinos de Young Saeng—. Hyun Joong, no te olvides de que has prometido subirme a hombros. Con lo alto que eres seguro que podré tocar a Melchor.
   
—Pues yo prefiero a Baltasar, me gusta más, es negro y no tiene barba. La barba hace feos a los hombres —comentó la niña.
   
—A mí me gustan los tres por igual —se apresuró a apuntar el mediano, no fuera a ser que los Reyes Magos, con sus potentes y mágicos oídos les escucharan y se enfadaran con sus hermanos por preferir a uno sobre los otros dos. El quid de los regalos, estaba en complacer a los tres Reyes.
   
—Bueno, bueno, ya veo que estamos ligeramente nerviosos en esta casa —comentó Young Saeng divertido.
   
—Ni te lo imaginas hermanito —afirmó el padre de los infantes besando a Young Saeng.
   
—¿Ya estamos todos? Pues vámonos —ordenó la matriarca del clan—. Al fin y al cabo sólo faltan dos horas para que comience la cabalgata y tenemos que coger sitio —apuntó con ironía.
   
Los niños se agarraron a la estrella y la familia al completo se dirigió, entre risas y charlas, hacía el lugar donde comenzarían a perpetrarse los sueños y emociones de esa mágica noche.
   
Caminaron hasta un parque cercano al paso de la cabalgata y allí se dispusieron a esperar. Los niños, corrieron a jugar en los columpios. Los adultos les acompañaron vigilantes, y Hyun Joong y Young Saeng fueron los encargados de guardar el sitio.
   
Hyun Joong observó a quienes lo rodeaban: niños, papás, abuelos… Todos dispuestos a esperar bajo el frío el paso de tres inconscientes que prometían a los niños entregar todos los regalos del mundo en menos de una noche. Bah.
   
—Ya vuelves a fruncir el ceño —lo regañó Young Saeng.
   
—Es que me fastidia esto de los Reyes. Todos los niños los admiran, y no son nada. Hace años que murieron, pero ya lo ves, miles de persona se han reunido para saludar a sus clones. Tres tipos listos esos Reyes Magos. Supieron hacerse con una buena reputación y hoy en día, más de dos mil años después, todo el mundo los adora.
   
—Y sin embargo la tuya está hecha un asco —se burló Young Saeng.
   
Hyun Joong gruñó.
   
En los cinco días que habían pasado desde la Nochevieja, no habían vuelto a tocar el tema de las catástrofes ni de la reputación perdida de la estrella. Se habían volcado en pasar juntos todas las horas del día y de la noche, hablando sin parar de sus vidas. O más exactamente de la vida de Young Saeng, pues todo el empeño de Hyun Joong se centraba en averiguar lo que le había pasado en cada segundo de su vida. Encontraba apasionante a la par que imprescindible conocer cuáles eran sus colores favoritos, sus libros, su música, sus viajes, y en definitiva cualquier cosa relacionada con él. Era como si quisiera aprender todo sobre Young Saeng antes de marcharse a su reino esa misma noche, tal y como había afirmado que haría.

—Explícame una cosa, Hyun Joong, ¿Por qué estás tan empeñado en cambiar tu reputación? —le preguntó Young Saeng curioso.
   
Por supuesto, no creía ni por asomo que Hyun Joong fuera una estrella, pero incluso en su locura, el tema de su reputación era algo demasiado importante para él como para obviarlo.
   
—Ya te lo dije, se me ocurrió brillar con fuerza para consolar a un niño llorón…
   
—Sí, eso lo sé, pero ¿cuál era tu reputación antes de ese… percance?
   
—Vivo en la constelación Can Maior, muy cerca de Orión. Soy uno de sus perros, el Gran Can —se aventuró a explicar—. En la India fui el «Gran Cazador» y los antiguos escandinavos me consideraban «La Antorcha de Loki». Homero dijo de mi en la Ilíada que era la estrella más brillante y malvada —apuntó sonriendo orgulloso—. Junto con Antares custodié «El camino de las almas» del pueblo Cherokee. Tengo muchos nombres, y todos implican fuerza, valentía y poder. Y por un pequeño momento de debilidad toda mi historia ha sido borrada de un plumazo. El común de la gente de este planeta sólo me recuerda, si es que lo hace, como la estrella que brilló para guiar a los Reyes Magos. ¡Y no es justo! Todo el mundo los adora, y a mí, ¡que me parta un rayo! —exclamó indignado.
   
—Ya veo —comentó Young Saeng pensativo— creo que estás enfocando mal el asunto.
   
—¡¿Qué lo estoy enfocando mal?! ¡No hay otra manera de enfocarlo! —bufó exasperado porque su amigo no lo entendía.
   
—Espera… —Young Saeng dio un fuerte silbido. Su hermano, que estaba al lado del tobogán, se giró y comenzó a caminar hacia él—. Jung Min, guarda tú el sitio, por favor. Quiero hablar con los niños un momento —le pidió cuando estuvo junto a él.
   
Asió la mano de Hyun Joong y lo llevó hasta donde jugaban sus sobrinos. Los llamó y se agachó hasta quedar a su altura.
   
—Mi amigo tiene una duda, y he pensado que tal vez ustedes podían explicárselo.
   
—Claro que sí, tío. Vamos, dispara.
   
—Hyun Joong, aquí presente, se pregunta cómo fue posible que los Tres Reyes Magos llegaran a tiempo de entregar a Jesús sus regalos. Al fin y al cabo vivían muy lejos, y en aquella época no había carreteras ni GPS.
   
—¿No lo sabes? —preguntó alucinado el más pequeño.
   
—Pues claro que no, sino, no lo preguntaría —contestó la mayor.
   
—La Estrella de Oriente brilló muy fuerte en el cielo, y les indicó a los Reyes el camino a seguir —aclaró el mediano, siempre el más sensato—. Brilló y brilló durante días, enseñándoles por donde debían ir para llegar hasta el Portal de Belén.
   
—Por eso es tan importante tener una Estrella de Oriente en casa, sobre el árbol de Navidad —apuntó el pequeño—, para que guie a Melchor, Gaspar y Baltasar hasta nuestro salón y nos dejen los regalitos.
   
—Nosotros tenemos dos —informó la niña mayor—. Una sobre el pesebre en el que duerme Jesús para que no se olviden de dejarle alguna cosita a él, y otra en la rama más alta del árbol de Navidad, para que la vean a través de la ventana y nos dejen muchos regalos y muy bonitos —especificó.
   
—Eh… vaya —farfulló Hyun Joong ante la mirada divertida de Young Saeng—. Esa no es una tradición muy común, de hecho no conozco a nadie que la siga —comentó arqueando las cejas a la vez que miraba a su amigo desafiante.
   
—No es una práctica habitual, porque es nuestro secreto —explicó el pequeño en voz baja y conspiradora—. El abuelo nos lo contó cuando éramos muy pequeños, antes de irse al cielo, y desde entonces lo hacemos todas las navidades. Al tío —señaló a Young Saeng— le regaló una estrella muy bonita, que se llama Sirius, y es la que colocamos todos los años sobre el árbol.
   
—Pero no es sólo nuestro secreto —apuntó el mediano— también se lo hemos contado a nuestros amigos, pero solo a los que sabemos que son buenos y se portan bien. Para que pongan la estrella y los Reyes visiten antes sus casas.
   
—Si tienes la estrella, los Reyes no se pierden, y vienen sí o sí. Por eso es tan importante —susurró la mayor.
   
—¿Te has enterado, colega? —preguntó burlón Young Saeng a su amigo—. A ver si te das cuenta, de una buena vez, de la grandísima importancia de la Estrella de Oriente.
   
—¡Claro que sí! —exclamó el más pequeño— Si no llega a ser por la estrella, los Reyes se hubieran perdido, y no habría regalos. Jo. Estos mayores no se enteran de nada —les comentó a sus hermanos. Estos asintieron sus palabras, y después de dar un par de besos a sus tíos, regresaron a sus juegos infantiles.
   
—¿En qué piensas? —le interrogó Young Saeng poco después, de nuevo guardando sitio para ver la cabalgata.
   
—En que tienes razón. Prefiero ser la estrella que guía a los Reyes, que la estrella mala con nombre de perro.
   
Young Saeng rio con ganas ante la respuesta, abrazó con fuerza a su alocado amigo y depositó un casto beso sobre sus labios.
   
Hyun Joong se sintió aturdido ante el ligero roce. Desde la noche en que compartieron sueños, consolándose con caricias solitarias, no había vuelto a besarlo. Y ese ósculo, tan inesperado como deseado, que acababa de regalarle rompió todavía más las barreras que desesperadamente intentaba levantar para proteger su corazón.
   
—¡Ya llegan las carrozas! —gritó un niño. Un clamor de voces ilusionadas se elevó eclipsando los sonidos de la ciudad—. ¡Ya los veo! ¡Ya están aquí!
   
—¡Mira el cielo! —exclamó Young Saeng en ese momento a la vez que guiñaba un ojo a Hyun Joong—. ¡La Estrella de Oriente está brillando para guiar la cabalgata! —gritó señalando un punto en el firmamento que en absoluto resplandecía más de lo normal.

La Estrella más Brillante.. 💫⭐💫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora