Año Nuevo, vida nueva.

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A las doce de la mañana del último día del año sonó el telefonillo. Young Saeng se levantó presuroso del sillón y corrió a abrir el portal. Un par de minutos después Hyun Joong entraba por la puerta. Los dos amigos se miraron durante un segundo, para al siguiente bajar las miradas con rapidez. Aturullados. Con las mejillas coloradas. Hyun Joong recordando lo que había visto y sentido la noche anterior. Young Saeng rememorando avergonzado lo que había soñado y con quién lo había soñado.

Hyun Joong metió las manos en los bolsillos de su pantalón, Young Saeng pasó las palmas por su camisa, alisando arrugas invisibles.
   
—Bueno… —dijo Young Saeng—. Parecemos dos tontos aquí parados. ¿Has desayunado? —Hyun Joong negó con la cabeza—. Pues vamos, te he comprado un paquete de donuts —le informó con una gran sonrisa.
   
Se sentaron a la mesa de la cocina y se quedaron callados, observándose mutuamente, incómodos, sin saber bien que decir. Había algo intangible entre ellos, un nuevo sentimiento en el aire, un temor escondido, un anhelo inesperado.
   
—En fin… ¿Dónde tienes pensado que busquemos hoy? —preguntó Young Saeng medio en broma.
   
Cada mañana le preguntaba lo mismo y él siempre respondía: allá donde nos lleve tu olfato de profeta. Era una especie de ritual entre ellos.
   
—Estoy pensando en marcharme —contestó Hyun Joong.
   
El corazón de Young Saeng se detuvo.
   
—¿Por qué? —susurró.
   
—Necesito… irme a otro lugar —confesó una verdad a medias.
   
Necesitaba alejarse de Young Saeng porque estaba aterrorizado. La noche anterior había descubierto la profundidad de unos sentimientos que no podía permitirse tener. La vida de Young Saeng era demasiado corta. Apenas una millonésima parte de lo que le quedaba por vivir a él. No podía continuar junto a Young Saeng. No cuando eso implicaba enamorarse más y más de él a cada hora que pasaba.
   
—¿Es por el asunto ese de las catástrofes? —preguntó Young Saeng buscando el motivo de la desesperanzadora marcha de su amigo.
   
—En parte —mintió la estrella—, en esta ciudad no suceden desastres destacables y yo necesito vaticinar algo. Además, tú necesitas buscar un trabajo para poder comer, vestirte y todas esas cosas que hacen los humanos, y mi presencia aquí te impide centrarte en ello —musitó con la mirada fija en él.
   
El mismo día que lo besó Young Saeng le había devuelto su dinero para luego asegurarle que le ayudaría a buscar catástrofes porque era su amigo, nada más. Desde entonces habían pasado juntos todas las horas del día, paseando, riendo, hablando… Conociéndose. Durante ese tiempo su amigo había rechazado todos sus intentos de darle el dinero que había ganado con la venta del diamante, y que él, la verdad sea dicha, no tenía ni idea de cómo gastar.
   
Hyun Joong era consciente de que Young Saeng necesitaba un trabajo, lo veía en sus ojos cuando leía el periódico en busca de síntomas de algún desastre y él desviaba la mirada hacia las páginas de oferta de empleo. Lo intuía cada qué vez él metía esa extraña tarjeta de plástico en las ranuras de las máquinas que daban dinero y fruncía el ceño al leer el papel blanco con números negativos que esta le daba a cambio.
   
Ambos necesitaban retomar la rutina de sus vidas.
   
Él para volver a ser tan insensible y malvada como era.
   
Young Saeng para continuar caminando hacia el futuro.
   
—Ah, bueno si es por el tema de mi trabajo, no te preocupes —dijo Young Saeng desesperado— tal y como está el país, no creo que encuentre nada antes de que acabe la Navidad. Y los desastres… Quizá no sea época de desgracias. Al fin y al cabo estamos en Navidad. Nada malo debería suceder en estas fechas.
   
—Puede que tengas razón, pero aún así necesito cambiar mi reputación —mintió agarrándose a un clavo ardiente. Necesitaba alejarse de Young Saeng para recuperar su corazón de piedra.
   
—Te propongo un trato —dijo Young Saeng con una sonrisa ladina—. Quédate hasta la noche de Reyes, y si no te he convencido entonces de que las catástrofes no son lo que necesitas para cambiar tu reputación, te dejaré marchar.
   
—Pero…
   
—Oh vamos, ¿Qué son cinco días de nada para la vida de una estrella? —bromeó.
   
—Una eternidad —contestó él con seriedad. Young Saeng lo miró interrogante—. Está bien —claudicó.

La Estrella más Brillante.. 💫⭐💫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora