La luna en cuarto menguante iluminaba tenuemente el bosque mientras el grupo avanzaba sigiloso entre los árboles. Jiang Cheng encabezaba la comitiva de discípulos, guiándolos hacia el pantano cercano con paso firme pero todos los sentidos alerta.
Su objetivo esa noche era rastrear y eliminar una amenaza reciente: los cadáveres feroces que habían sido avistados merodeando los alrededores de la ciudad cercana de Yunping. Según los informes, esos seres despiadados ya habían acabado con la vida de varios aldeanos desprevenidos, por lo que debían ser detenidos cuanto antes.
Jiang Cheng presionó la empuñadura de Sandu hasta que los nudillos se le pusieron blancos. La sola idea de esas abominables criaturas sueltas devorando inocentes hacía que la sangre le hirviera de impotencia. ¿Cómo el mundo podía permitir semejante atrocidad?
Un crujido de ramas a sus espaldas lo sacó bruscamente de sus lóbregos pensamientos. Con un rápido giro blandió su espada en dirección al sonido, esperando encontrar alguna criatura acechando su presa. Grande fue su sorpresa al distinguir entre las sombras una figura familiar que levantaba las manos en señal de rendición.
—¡Soy yo, soy yo! Baja la espada Cheng, por favor no me cortes por accidente —bromeó Wei Ying con una media sonrisa, sus ropas grises casi mimetizándose con la oscuridad del bosque.
Jiang Cheng entornó los ojos y bajó el arma, aunque sin aflojar su postura de alerta. ¿Cómo no había notado antes que Wei Ying los estaba siguiendo furtivamente? Maldijo para sus adentros. Se suponía que los discípulos mantuvieran vigilado al intruso, pero claramente habían fallado en su simple tarea.
— ¿Qué estás haciendo aquí, Wei Wuxian? —preguntó con tono seco e impaciente—. Creo haber dado instrucciones claras de no permitir que nos acompañen. Esta misión es demasiado peligrosa para civiles.
Wei Ying se encogió de hombros con despreocupación y replicó casualmente:
—Oh, vamos Cheng, no yo subestimes. Sabe tan bien como yo que en mis días era tan capaz como cualquier discípulo con espada en mano. Además, si hay algo amenazando a Yunping no podía simplemente quedarme de brazos cruzados. Así que pensé en prestarles una mano, por los viejos tiempo, ¿qué dices?
Jiang Cheng estuvo a punto de replicar con una rotonda negativa, pero en ese instante el característico y escalofriante aullido de un cadáver hambriento resonó en la distancia. La discusión podría posponerse.
—Está bien, puedes quedarte. Pero más vale que te mantengas lejos del camino y no intervengas a menos que yo lo ordene, ¿entendido? —Siseó Jiang Cheng, luego dirigiéndose al resto del grupo para reanudar la búsqueda.
Pasada casi una hora el rastro los conducidos hasta un extenso pantano de aguas oscuras y estancadas. Los sonidos guturales ahora se escuchaban fuerte y claro, confirmando que habían dado con el escondite de las retorcidas criaturas.
Jiang Cheng se detuvo al borde del pantano y dio sus últimas órdenes a los discípulos. Debían rodear la zona y atraer a los monstruos hacia un claro despejado donde poder enfrentarlos. Con un gesto de su mano, el grupo se separó agazapándose sigiloso entre los juncos.
Pasaron tensos minutos hasta que el primer cadáver salió de entre las brumas, arrastrando su deforme cuerpo hacia ellos atraídos por el olor de sangre fresca. El horrible espectáculo se repitió una y otra vez, hasta que al menos media docena de ellos se retorcían babeantes a pocos metros del grupo.
Jiang Cheng esperó con paciencia hasta que los tuvo justo donde los quería. Entonces, blandiendo a Sandu sobre su cabeza, gritó la orden de ataque.
Los discípulos cargaron desde todos los flancos blandiendo espadas y látigos. Pero los cadáveres, casi como coordinados por una mente colmena, se agruparon espalda contra espalda siseando amenazantes.
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Vinculo Roto, ChengXian
FanficWei Wuxian ha muerto, y con él se ha ido parte de la vida de Jiang Cheng. Rodeado de enemigos, su vida pende de un hilo delgado, que finalmente se rompe... junto con él. Acompaña a Jiang Cheng mientras enfrenta la desgarradora realidad de la muerte...